Archivo por meses: septiembre 2019
Most of the Time… Bob Dylan {again!}
Me estoy aficionando a Dylan, es decir a escucharlo una y otra vez.
Estoy trabajando en la corrección de un libro que repasa la trayectoria de un especialista en ingeniería de sonido que desde muy joven ha trabajado con las estrellas más rutilantes de la música rock, pop, etc., de Estados Unidos et ailleurs… Y mientras que Patti Smith no termina de convencerme, ni los Beatles ni los Rollings, al margen del carisma de cada uno de ellos, Dylan tiene y mantiene una energía muy especial.
«Desfachatez anunciada» o «La defachatez de los demás», la serie de tv sensación de la rentrée
Dedicado a Pedro Sánchez, que dice que LA CULPA DE QUE NUESTRO AMOR, DIGO SU INVESTIDURA, NO FUNCIONARA LA TIENEN LOS DEMÁS
DE LA HABANA HA VENIDO UN BARCO CARGADO DE...
Nevera de Creso en casa de Liu, 2016
Mi gato se plantó delante de mí y me espetó:
–¡Esto no puede seguir así! ¡Tenemos que hacernos ricos este año!
«Tengo una idea que vale un diamante»…
Qué tierno idealismo le anima, pensé. Me conmovió, la verdad, no mucho, pero un poco sí. Inútil preguntar qué era «esto» que «no puede seguir así».
–¿Y cómo vamos a hacerlo? –gimoteé. Luego, lúgubre y desorbitada–: Sólo tengo dos alternativas: venderte a ti o vender el piso. Y si te vendo a ti, ¿con quién voy a pegar la hebra? A la señôa Ceci, a sus 87 primaveras, desde las famosas infiltraciones, la tengo todas las noches bailando el chachachá en la bodega latina. ¿Con quién voy a hablar que no me dé triviales lecciones de vida pequeñoburguesa, siniestra y suicida? Si vendo el piso, por cuatro chavos que logre, ya me dirás qué…
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Una taza de café antes de salir… One More Cup of Coffee, de Bob Dylan
But I don’t sense affection
No gratitude or love
Your loyalty is not to me
But to the stars above
One more cup of coffee for the road
One more cup of coffee ‘fore I go
To the valley below
Una taza de café más antes de salir…
Homenaje de nueve fotógrafos a Robert Frank en el New York Times
«When people look at my pictures I want them to feel the way they do
when they want to read a line of a poem twice.» — Robert Frank
El mes de septiembre se ha llevado a otro fotógrafo, Robert Frank, un clásico que fertilizó la fotografía para todo el siglo XX. A los 94 años, apurando el minuto, como ha de ser. Creo que fue el fotorreportero francés Henri Cartier-Bresson, si no fue Doisneau, el que dijo que los fotógrafos morían longevos porque adoraban su profesión; la fotografía, el oficio de mirar con pasión, da vida. Parece cierto.
El New York Times, el de verdad, el genuinamente americano, tiene esta sección de calidad ejemplar, Lens Photography, y como parte de los homenajes que la prensa, y en concreto este diario está rindiendo a Robert Frank, ha pedido a nueve fotógrafos ya consagrados que hablen del legado del autor de The Americans . Las imágenes que ilustran el reportaje son un ejemplo de su indudable influencia; el punto clave es la posibilidad de documentar una realidad con una mirada personal y ser audaz y arriesgado al convertir la indagación fotográfica en una búsqueda inquisitiva de sí mismo.. Judío y de origen suizo, Robert Frank representa una andadura característica del siglo XX y de la diáspora europea en NorteAmérica.
Los nueve fotógrafos son en su mayoría muy conocidos y varios de ellos {basta con fijarse en el apellido} judíos: Eli Reed, Alec Soth, Justine Kurland, Eugene Richards, Nina Berman, Ruddy Roye, Joseph Rodriguez, Elinor Carucci, Jim Goldberg.
«Fotorreportero Paco Elvira, amable y estoico», en El Rinconete

Foto de JR Álvaro González. Paco Elvira en la plaza de la Virreina – en Gracia. Esta foto lo refleja muy bien.
Fotorreportero de estilo clásico, Francisco José Elvira Huse (Barcelona, 1948-Garraf, 2013) era conocido como Paco Elvira y con ese nombre alcanzó un amplio reconocimiento a través de publicaciones, exposiciones, cursos y conferencias que puntuaron sus últimos años de carrera hasta el accidente en el Garraf, mientras tomaba fotos para su blog.
A menudo, el trabajo de personas de carácter afable no se estudia en profundidad o no se considera con la seriedad que se reserva a personalidades más temperamentales, como si la irascibilidad o la soberbia fuesen indicio de la calidad del propio genio. Paco Elvira era amable y paciente, y con tenacidad —que es una forma especial de paciencia— se enfrentó al toro de la crisis económica global de 2008, cuyos indicios supo descifrar antes que la mayoría. No en balde era economista de formación, y justamente en la Facultad de Ciencias Económicas de Bellaterra arrancó su actividad de fotógrafo, documentando las protestas universitarias y la agitación política durante la Transición.

Bellvitge es un barrio en las afueras de Barcelona, zona de bajos ingresos. Imagen emblemática de los años del desarrollismo español y de las grandes oleadas de inmigración hacia las zonas industrializadas desde el sur y sudeste de la Península.
Algunas imágenes suyas de ese periodo son muy conocidas para el gran público —hechas con película en blanco y negro, con el grano que era habitual para la prensa diaria, bien encuadradas, con el nervio de la ocasión—. Son imágenes icónicas del periodo histórico en el que se fogueó una joven generación de fotógrafos en toda España, y que en Barcelona concentró a hombres —y alguna mujer— de estilos muy diferentes que crearon escuela y dieron vida social a una profesión que es a la vez un arte. Lo hicieron a través de revistas especializadas, exposiciones, festivales, concursos y, naturalmente, de los reportajes publicados a ras de actualidad en diarios o semanarios, muchos desaparecidos.
Paco Elvira fue de los primeros de su generación en tener una carrera internacional y fue un «enviado especial» en los mejores años del fotoperiodismo, es decir entre los setenta y finales de los noventa. Viajó prácticamente por todo el mundo: estuvo en China antes de que el gigante despertara, en Afganistán, Argelia, Argentina, Brasil, Camerún, Cuba, Japón, México, Nicaragua, Israel, Zanzíbar… Pero si nombramos la Revolución de los Claveles del 74, los conflictos armados de Irlanda del Norte —viajó cinco veces a la zona—, de Croacia, la guerra de los Balcanes y de la frontera de Kosovo, ya nos hacemos una idea de que fue un fotorreportero de largo aliento. Conoció, pues, el último capítulo del fotorreporterismo clásico, cuando el profesional a sueldo de un diario o como freelance podía viajar libremente buscando su propio punto de vista y sus fuentes, en lugar de ir «empotrado» con el ejército, como sucedió desde la guerra de Irak.
Sus influencias se encuentran en los clásicos Robert Capa o Eugene Smith, y naturalmente en los clásicos de la guerra de Vietnam; muy probablemente también en los fotógrafos españoles de la generación que le precede y que como él recorrían la España profunda documentando el atraso de los pueblos agrícolas y la tensión de las zonas suburbiales, con aspectos que parecen antitéticos: la superstición religiosa —son famosas las «apariciones» de la Virgen en Cataluña, o los hechos de El Palmar de Troya, en Sevilla, con su estrambótico antipapa Clemente— y la lucha de los trabajadores en las áreas sometidas a la despiadada «reconversión industrial» de finales de los setenta y primeros ochenta, en Sagunto, en las minas de Asturias, Huelva, etc. Fotografió sin aspavientos el mundo del trabajo plasmando la época —los oficios de la tierra y del mar, con sus marisqueras, sus cosechadores del algodón o sus agricultores y peones—, cuando la modernidad llegaba de la mano de las grandes inversiones en infraestructuras, propiciadas por el dinero de la CEE, que la harían visible: desde la Expo 92 en Sevilla a las Olimpiadas de Barcelona. En medio, el gran escándalo del aceite de colza, que Elvira fotografió con su característica mezcla de sensibilidad y estoicismo. Fotografiaba así la política a través de lo cotidiano: desde las manifestaciones de los nostálgicos de Franco el 20-N en Madrid a los funerales del guardia civil asesinado por ETA, de la gran crisis del paro de los años setenta con los trabajadores del puerto de Barcelona esperando ser llamados a las plazas llenas de gente de cualquier pueblo de Sevilla la tarde de un día laborable.
Aunque podía, como muchos fotógrafos y periodistas, añorar la edad de oro de su profesión, Elvira entendió que la tecnología digital podía aprovecharse para difundir un trabajo previo y reflexionar sobre la experiencia acumulada. Pero no era hombre que pontificara, sino, en una profesión llena de egos inflados, alguien que sabía reunir a personalidades y opiniones divergentes para hablar de fotografía mirando, a menudo con preocupación, al futuro. Una manera muy suya de apaciguar las aguas para transmitir una enseñanza: lo hizo a través de su blog, de las clases en la Universidad de Bellaterra y de seminarios que impartió en la Península y en Italia y, por último, a través de una serie de libros que editó para la editorial Lunwerg.

Entre sus reportajes más conocidos, y que inspiraron a otros fotógrafos, cabe destacar los de Irlanda, tiempos de guerra no declarada con enfrentamientos, atentados y muertes que llenaban páginas de diarios, revistas y eran noticia de actualidad en televisiones. Abajo: entierro católico.
Repasaba en ellos momentos álgidos de la historia a través de la fotografía: La Guerra Civil española y La Transición española (2011); La Segunda Guerra Mundial y La Segunda República española (2012); y Barcelona vista pels grans fotògrafs [Barcelona vista por los grandes fotógrafos], 2013).

Imagen costumbrista en la China comunista. Hay que recordar que los fotógrafos viajaban y tomaban fotos sin saber con seguridad cuál sería el resultado.
Paco Elvira, Atín Aya, Fernando Moleres, Cristina García Rodero, José Manuel Carrera, etc., son fotógrafos de «cuerpo», de tocar la realidad. Fue, como los citados, fotógrafo de lo tangible y de la emoción sugerida, graduada mediante una técnica experta según los diferentes reportajes y así documentó momentos trascendentales del reciente pasado español.
Gianni Berengo & Jan Grarup – Leica Hall of Fame
Hoy es día para la fotografía, dedicado a ordenar fotos, así que mientras los dinosaurios indepes andan a la greña, aquí estoy, dándome un atracón de videos de/con/sobre fotógrafos. Destaco ahora a Gianni Berengo, me suena el nombre pero no tengo muy ubicada su obra, así que parece este clip del premio Leica una buena introducción para buscar y reconocer sus fotos, que seguro hemos visto en algún sitio. Se lo dieron un poco tarde, ¿no?, considerando que ha sido un clásico de la leica y su provecta edad.
Sí, son fotos muy conocidas, de la serie Los italianos.
Otro fotógrafo muy interesante. En el foro de facebook alguien ha subido el tráiler sobre la película documental dedicada al fotoperiodista danés -también leiquero– Jan Grarup. Se me hace raro que no sea más conocido dada la calidad de las imágenes. Y demuestra por qué son pocos los que se mantienen tantos años en primera línea de fuego -literalmente hablando. Realmente, para tener 50 años, la vida parece haberle pasado factura. {Sólo hay que ver a Brad Pitt, con 55 años}
© Jan Grarup. Imágenes tomadas en la guerra de la República Centrafricana. Abajo: en una entrevista, Grarup cuenta que le asombró el gesto de la niña, pues tenía las piernas y la pelvis rotas, pero estaba contenta diciendo: mira, estoy viva.

Rahila’s legs and hip were broken during the earthquake. Because the earthquake struck during school hours, many children were severely injured or killed when the school collapsed, Kashmir, 2005. From the photobook, And Then There Was Silence © Jan Grarup
Peter Lindbergh, Forever
Lindbergh era nikófilo, ¡como ha de ser!
Una de las cosas maravillosas de internet es ver triunfar a profesionales o personajes que admiro. A lo largo de los últimos años me ha encantado descubrir cuánta gente tenía a Peter Lindbergh como uno de sus fotógrafos favoritos. Junto con Ferdinando Scianna, cambió el modo de retratar la moda para las revistas. Su blanco y negro y sus atmósferas sensuales y cinematográficas han creado escuela.
Conozco sus fotos desde el bachillerato, cuando vivía en San Gervasio de Cassolas, y tenía la tienda de fotos del ros a un tiro de casa. Las fotos de Lindbergh eran un puente entre la foto ultrasofisticada de estudio y la espontaneidad de la street-photography, entonces en su apogeo.
Hoy ha muerto Lindbergh, pero los clásicos no mueren, ¿verdad?
También fotografió a mi escandinavo favorito: Mads Mikkelsen de explorador
En las últimas sesiones la mayoría de modelos –actrices maduras como Julian Moore, o la Kidman que ya no pueden soportar fotos sin mucho maquillaje– adoptaban la «pose Lindbergh» y resultaba algo incómodo; por eso, esta imagen de la actriz sueca Alicia Vikander resulta más destacable.
Toda las chicas de Lindbergh, las tops de los 90. Todas fantásticas, en este escenario emblemático de la década, el puente de Brookly en NY. Mis favoritas eran Helena Christensen –tercera por la izquierda; hoy una muy notable fotógrafa, porque no hay nada como aprender de y con los mejores–, y la americana Christy Turlington –que no aparece en esta foto–.
La celebérrima sesión Wild at Heart –el título de una película de David Lynch, que suelo confundir con otra de Coppola–, no esconde su mitomanía cinéfila.
La Reina Margot, de Patrice Chéreau, música de Goran Bregovic
La Reina Margot, una obra excesiva, con grandes interpretaciones, y un tono desgarrado, romántico, sexual y… algo gore 😀 Aunque sigue teniendo momentos muy cómicos, por los clichés y escenas abiertamente gays disfrazadas argumentalmente de esto y lo otro, que delatan tanto la década en que se rodó como el gusto de Chéreau por la iconografía homosexual, merece la pena volver a ver esta ópera sobre la masacre de protestantes. Está planteado como un enfrentamiento de dos clanes mafiosos donde la reina es una terrible mamma que urde un sinfín de estrategias para llevar al poder a su vástago favorito.
Las dos protagonistas, Isabelle Adjani y la clásica italiana Virna Lisi, están soberbias, hasta el punto que pensé que ya no hay estrellas así. También las dos secundarias, Dominique Blanc, una actriz muy de Chéreau, y una jovencísima y pícara Asia Argento, dan un gran realce físico a sus papeles de escaso diálogo. Los hombres están, como cabe esperar cuando el director es Chéreau, intensos y fogosos: muy bien Daniel Auteil, en medio de una farándula de bellos con Vincent Pérez al frente; no están mal JL Anglade, algo sobreactuado al principio y más sobrio cuando la tragedia ya es inevitable, ni Pascal Greggory, novio del director durante muchos años y al que vi en Barcelona –creo que la obra se titulaba Dans la solitude des champs de coton, de B.M. Koltès– en Montjuic. Muy acertado está también Miguel Bosé.
Interesantes, los cameos de actores clásicos del cine francés, como Brialy, todas esas figuras que me resultan familiares por ser muy seguidos por mi familia en París. Y, por supuesto, no falta esa fotografía inspirada en la pintura de época y una iluminación que juega con los tonos fríos y los cálidos y siempre sabe cómo subrayar el atractivo masculino… motivo por el que también acudimos al cine.
Para su distribución en América, el dueño de Miramax, el hoy hundido Weinstein, exigió un montaje diferente, más al gusto de su público pueril e iletrado. Se dice que los productores de Chéreau accedieron gustosos, pues el dinero americano es un dulce que no se desprecia.
La Filmo debería dedicar una retrospectiva a Chéreau. Pro-digo, propongo 😉
Chéreau dirige a Isabelle Adjani, quien con 40 años recién cumplidos debía representar 19 y, magias del maquillaje y la fotografía, lo consigue.
On the Road Again, Willie Nelson
Para el nuevo curso que empieza hoy…
And I can’t wait to get on the road again
On the road again
Goin’ places that I’ve never been
Seein’ things that I may never see again
And I can’t wait to get on the road again
On the road again.
Like a band of gypsies we go down the highway
We’re the best of friends
Insisting that the world keep turnin’ our way
CREO QUE ESTE CURSO VAMOS A HABLAR MUCHO DEL PAN DE LOS POBRES
