Ad Astra: La estrategia de la araña, II

Me gustó Ad Astra, de J. Gray, que volveré a ver pues es de esas películas que requieren prestar mucha atención para sacarle el jugo a las diferentes líneas dramáticas. La central, la búsqueda del padre, me recordó a la película de B. Bertolucci de 1970, La estrategia de la araña. Los dos protagonistas, los astronautas interpretados por Brad Pitt y Tommy Lee Jones, son hombres maduros –evidentemente, Jones es un anciano–; aunque de Pitt se dice que anda por los 45 años, y está en plena forma en sus auténticos 55 años, esa edad «avanzada» en relación a la trama, esa búsqueda del padre que es a la vez un cuestionamiento existencial, incluyendo de las mitologías interiorizadas sobre la figura paterna, da una impresión de última oportunidad. No sé si solo me ocurre a mí, pero en todo momento tuve una sensación de urgencia biográfica, de que el protagonista no podía permitirse equivocarse al valorar la situación ni al juzgar los errores del padre. Un viaje estrictamente contrarreloj, pese a las paradojas que permita el «multiverso» 😀

Por supuesto, no es la primera obra de ficción que trata de cómo una idealización de las figuras de apego puede bloquear el desarrollo de una personalidad y de una vida, y cómo gracias a la confrontación final al progenitor o quien fuera, con sus defectos, su fracasos, su voluntad de destrucción, etc. puede liberarse el personaje empequeñecido. Al imponer el simbolismo del viaje al espacio, la incógnita de los orígenes, de si existe «otra vida» fuera de nuestro planeta, las amenazas de la involución –los primates enloquecidos según se ve en una secuencia; la obstinación y la soberbia pese al fracaso–, aquí se añade una connotación existencial muy interesante. Más sugerente en un momento como el actual, con la situación política y de caos provocado por el «todo es economía» a nivel [prácticamente] planetario. En Gravity, la metáfora de la gestación y el parto de sí misma era obvia y subrayada; en Ad Astra, como en La estrategia de la araña, el vínculo padre-hijo se construye mediante la transmisión de imágenes idealizadas, y en ese sentido se trata de matar-dejar morir al padre y respirar por fin.

Por supuesto, hay críticas que califican algunos episodios de inverosímiles, lo cual resulta absurdo al tratarse de una distopía, donde por definición el autor establece las coordenadas de qué ha de considerarse realidad según leyes propias. Me gustó esa factura de narración que apoya la acción en el discurso interior, como en La delgada línea roja. Y me gustó su exploración de la masculinidad tóxica con conclusiones lógicas, como la reposesión de sí mismo a través de una odisea de ida y vuelta, y ese especial ejercicio físico y reflexivo.