Meanwhile… el genio de Colbert against el genio francés

Lo estupendo de no tener televisión es poder elegir la programación por internet. Aquí, este genio y su no menos genial equipo de guionistas y el clip que incluye en su Late Show… es hilarante. Me encanta cómo se ríe siempre del estilo de vida francés.

Cuba’s Welcome to Covid-19-Stricken Cruise Ship MS Braemar — Repeating Islands

Si estamos pensando ya en un nuevo orden mundial, ¿no es hora de replantear las relaciones/sanciones/exigencias con/a Cuba?

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In the article, “Cuba’s Welcome to a Covid-19-Stricken Cruise Ship MS Braemar Reflects a Long Pattern of Global Humanitarian Commitment,” Peter Kornbluh (The Nation) traces Cuba’s “doctors’ diplomacy” programs. On March 12, as a British ocean liner approached the Bahamas with almost 50 passengers and crew displaying symptoms of, or diagnosed with, the coronavirus, many […]

Cuba’s Welcome to Covid-19-Stricken Cruise Ship MS Braemar — Repeating Islands

Resistencia al confinamiento y a «la peste»

Preciosas memorias de Carlo Levi, confinado en un villorrio del sur italiano por actividades antifascistas en tiempos antediluvianos, digo mussolinianos. Ya lo anoté en otro momento, hay una excelente adaptación al cine obra de Francesco Rosi y el libro está traducido al español: Cristo se paró en Éboli.

Es también la historia de un médico que quiere dedicarse a la pintura, al que solicitan para que ponga su buen sentido a disposición de los enfermos y al que no dejan ejercer sino tras un sinfín de ardides; se gana el corazón de las gentes con su mezcla de inteligente bonhomía y profunda comprensión de la esencia del sur italiano. El capítulo final es toda una lección y ejemplo de la que era en tiempos casi remotos la función de un intelectual de izquierdas. Matera, localidad entonces sinónimo de miseria del mezzogiorno, es hoy destino de moda y enclave para rodar la última de James Bond.

El clásico de Sam Peckinpah, para exorcizar nuestras ganas de salir corriendo de casa, tomar la directa y no parar hasta encontrarnos en territorio seguro –sea lo que eso sea a día de hoy.

La Sevilla del Siglo de Oro diezmada por pestes y calamidades con perspectiva posmoderna, del puño y letra del peruano-sevillano Fernando Iwasaki. No os perdáis el apéndice bibliográfico. [Aquí quedáis debiéndome algo con esta invitación a la lectura.] Una impresión de lectura en este artículo. 

Si estás pensando que lo tuyo está fatal, aquí Guy Ritchite y su elenco te demuestran sin que te cueste la cara que todo puede ir siempre a peor y que no te puedes fiar de nadie, salvo que cuentes con un clan irlandés unido como un acordeón para defenderte a puño limpio, literalmente hablando. Si te compraste una cámara con zoom y por culpa del confinamiento no puedes usarla, intenta practicar con tus vecinos los trucos, audaces o torpes según se mire, que Ritchie nos regala en esta película. Tenías que haberla visto ayer, día de San Patricio, pero bueno. Demuestra que Brad Pitt merecía premios de interpretación mucho antes de cumplir los 50.

Así vamos a estar todos en quince días. Un clásico que vi por primera vez no hace mucho. El sueño del que está encerrado siempre será la evasión y aquí están todos por lo menos intentándolo. Me gustan esos actores de cine con una historia personal y curtidos con experiencias fuera de lo común.

¿Abdicación? Ser o tener, he ahí el dilema

Está previsto que las 21.00h el rey Felipe VI se dirija a la nación, es decir a esta colla de ácratas –hoy confinados por decreto para protegernos del Corona-Virus– que no nos molestamos en cortar cabezas à la Mariantoniette porque nuestros reyes se bastan y se sobran para desprestigiar e invalidar la secular, absurda y obsoleta institución.

Y no sabría decir por qué llevo el día fantaseando con que Felipe VI va a abdicar, no solo por aquello de que vamos de acontecimiento extraordinario en acontecimiento apabullante, donde ya lo que ayer era sorpresa y pasmo hoy deja de serlo y nos pilla hechos a lo que sea –menos a un Chernóbil real, gracias a Dios–, sino también porque es lo más cómodo, y es lo que haría cualquier españolito, lo que en realidad hacen casi siempre los españoles.

Es decir, si tú te encuentras con más de cien millones de dólares a tu nombre en una cuenta bancaria, que en principio no sabes cómo ha llegado ese fortunón –calderilla diaria para el que la ha depositado– y cuando te enteras del cómo y el por qué, y en lo  que ese dinero supone como punta del iceberg de la fortuna paterna, te pones a pensar no solo en las explicaciones que tendrías que dar, en las justificaciones por el antes y el después de tu implicación en esa forma de herencia en vida –algo tan habitual en España en familias acomodadas–, y te paras a pensar en tu salud, ya algo machacada pese a una fachada aún muy resultona, y en lo ingratos y respondones que son tus súbditos, y en que tus niñas y tu mujer tienen la cabeza tan bien amueblada que podrían defenderse perfectamente en situaciones menos aparatosas que las que exige el palacio y sus pompas, cuando sopesas la que está por caer sobre el país y los años de seria incertidumbre que se vislumbran…

y te fijas en lo de p*** m*** que viven los exmonarcas griegos en el exilio…

lo mismo te da por decir que has acertado a leer la voluntad del pueblo soberano y que, en coherencia, cedes esa soberanía heredada a quien le corresponde… el pueblo español, esa colla de ácratas malagradecidos, etc, etc.

 

Mary Ellen Mark, Helena Christensen & Mark Seliger hablan de retratos

Interesante conversación sobre las condiciones del retrato fotográfico y la adquisición de un estilo propio entre la icónica Mary Ellen Mark, la fotógrafa danesa, extop-model favorita de Peter Lindberg, Helena Christensen y el fotógrafo y director de la serie de videos Mark Seliger.

Ideal para pensar en algo que no sea la reclusión y la pandemia y la sensación de ser un conejillo de indias de algún peligroso experimento social.

Lo dice Guy Ritchie : A lo loco se vive mejor. «The Gentlemen»

The Gentlemen, o Los caballeros de la mafia, la última película de Guy Ritchie, quizá no resulte tan redonda como RocknRolla, pero me ha dejado buen sabor de boca, algo que no puedo decir de Dolor y gloria, de Almodóvar ni de Parásitos, del surcoreano que se ha llevado, entre sus propias carcajadas de incredulidad, todos los óscar significativos de este año. La de Almodóvar me resultó estomagante desde muy pronto y mediada la película ya andaba yo preguntándome si iba a hablar del escándalo de los papeles de Panamá [desde los hechos auténticos al tratamiento de los medios, ya que tanto se queja de ellos]. Me pareció hecha para la galería americana y la interpretación de Banderas me pareció una venganza sardónica que el destino le ha puesto en bandeja de oro. Era la historia de un hombre encerrado en un mausoleo construido con sus propios manos. Ver de nuevo a Penélope Cruz disfrazada de Anna Magnani es insoportable, con su escenita de mujer pobre pero despierta que negocia los talentos de su niño –rasgo de carácter que ya se le atribuía en Volver, en la escena de calle donde negocia con las vecinas, donde P. C. imitaba en el tono de voz a la Ángela Molina de una gran película española olvidada, La mitad del cielo, de Gutiérrez Aragón–; y la escenita de las lavanderas con Rosalía, y el niño cantando a lo Joselito, y la secretaria de cartón piedra. Creo que hay un solo momento que logró interesarme, en el monólogo que recita el actor heroinómano. Propongo que la próxima vez que un director de cine tome Otto e mezzo de Fellini como inspiración para  su película, pague un millón de euros que vaya directamente a alguna buena escuela de guionistas.

De Parásitos ni la comento, me pareció inverosímil dentro de las premisas que la propia película va planteando. Sinceramente, me da lo mismo si refleja la realidad de Corea del Sur, o es una alegoría; me da lo mismo que sea excelente en las  interpretaciones o en la fotografía, o la originalidad de varias situaciones, no tenía lógica el desarrollo porque los protagonistas son inconsistentes, los personajes interesantes –el lapidado que escribe en morse– no son los principales y creo que está muy sobrevalorada. [La explicación que daba Faverón hace poco sobre la formación superior de los jóvenes coreanos también me parece contradictoria con lo que se ve en la película, lo cual es el colmo].

The Gentlemen parece tener menos ambiciones que las dos anteriores en cuanto a marca de autor, en cambio contiene varios alicientes para mí: el personaje de Hugh Grant es un caramelo. En términos de carrera de actor, es una fantástica exhibición de cómo conseguir que la edad te favorezca; desde aquí se le abren caminos para interpretar personajes ya lejos del galán titubeante y cutie de Love Actually, Notting Hill, etc. Matthew McConaughey está sólido y convincente, y si bien es verdad le pesa un poco la huella trascendente de True Detective, también lo es que su personaje no tiene muchos momentos cómicos pero sí los provoca favoreciendo la acción.

Los secundarios tienen su breve momento de gloria que salvan con holgura, desde el lugarteniente que soporta el «rollo» de Grant, al judío candidato a comprarle el negocio al capo McConaughey, por no hablar de los japos. Y encima aparece Colin Farrell, que para mí es la garantía de salvación de casi cualquier película –aunque debo de ser la única persona a la que le gustó mucho El sueño de Casandra, de Woody Allen 😀 —

Sí, es una película de chicos peleones y quedones y de tontos en apariencia, de malos de cómic japonés, etc., pero refleja muy bien el mundo actual. El «chico» –M.M.– es un potentado en el negocio de la marihuana y, como avizora los cambios drásticos que ha de conllevar la legalización de la hierba, se plantea vender el negocio a un buen postor. Grant es una especie de detective de medios de comunicación tipo Sun o Daily Mail, es decir, de muy baja estofa. Y le está contando una historia al lugarteniente de M.M. sin ser, ni pretender serlo, un narrador creíble. Después de todo, él como los demás, incluidos los diarios a los que más o menos sirve, entiende que su propio valor económico está directamente vinculado al daño que puede causar, en extensión y en profundidad.

Es posible que el crítico de El Confidencial que acusaba al director de envejecer mal haya visto últimamente tantas obras maestras que Ritchie se le queda pequeño, aunque me parece ridículo echar en cara que no encaje en el género que esperaba o que los diferentes estilos de interpretación provoquen un desajuste de ritmos cuando de Parásitos se alaba cómo pasa de un género a otro. Me gusta la energía que desprende Los caballeros de la mafia y dónde se coloca respecto a la realidad, así como el característico rollo de tipos independientes, no capados, de sus personajes, todos ellos –el gracioso encontronazo con los pequeños delincuentes de los barrios de pisos subvencionados– peleando hasta el último segundo con todas sus armas para no dejarse la piel.

Ritchie no inventa la crítica demoledora a las clases altas en decadencia que se alían con los nuevos ricos –aquí, traficantes; en el pasado ya desde Balzac, con la nueva burguesía– para mantener su estatus pero le da una vuelta de tuerca muy lúcida.

De otro lado, la crítica demoledora a los traficantes de drogas duras me reconfortó porque yo no me corto en decir que les regalaría un pinchacito de lo suyo al detenerlos con la mercancía. Hubo un silencio en el cine cuando Mr. Pearson-McConaughey terminó su diatriba contra los que negocian con la heroína –y quise entender ahí una alusión a la crisis de los opiáceos–, una especie de aplauso retenido. Luego siguió la fiesta, persecuciones, trolas, sorpresas, risas, … ¿y qué decir de la burla que hace de los youtubers y de la manía de grabarlo todo?

Lo moral no quita lo valiente.

Firmo ya por envejecer como Ritchie y pido a Diostodopoderoso no hacerlo con la autoindulgencia melindrosa que se ve en la última de Almodóvar.

Resumen del argumento: escúchese a la Lola.

Giorgio Fontana: Muerte de un hombre feliz & Por ley superior

Dos novelas muy interesantes que abordan los grandes asuntos de la política italiana que se prolongan en todo el siglo XX y hasta la actualidad, obra de un joven escritor, Giorgio Fontana, que hace bueno el tópico de «sorprendente madurez». En Muerte de un  hombre feliz, trad. de Pepa Linares] se remonta a los años ochenta, al verano de 1981 en concreto, momento álgido de la actuación de las Brigadas Rojas. La narración se centra en un fiscal, Giacomo Colnagui, un hombre que entra en la madurez, casado y con un hijo, que se ocupa de la investigación del crimen de un político de la democracia cristiana. La narración de su vida cotidiana, durante la investigación se alterna con el relato de las vivencias de su padre, partisano durante la guerra, otro caído por la libertad. Fontana presenta las tragedias de un hombre justo –varios hombres justos a lo largo de la historia– desde una perspectiva radicalmente opuesta a la que ha estado de moda recientemente en novelas o películas que pueden definirse como posmodernas, la –muy interesante- de Giorgio Vasta, La vida material, y el film Il divo, de Paolo Sorrentino –que fue bastante mal imitada en El hombre de las mil caras, de A. Rodríguez; también se aleja en su tratamiento del sarcasmo de Las teorías salvajes, de P. Oloixarac y de la evocación de fantasmas, como se encuentra en La historia del pelo, con la peluca del «famoso» montonero. Se aleja deliberadamente del tratamiento juguetón y se coloca a ras de hombre para cavilar sobre la libertad y los modelos de lucha para defendera.

Me gustó tanto como para buscar enseguida otros libros suyos. Traducido al español [por C. Manzano] tenemos Por ley superior, que transcurre ya en nuestro siglo. Está protagonizado por un amigo de Colnagui, Roberto Doni, fiscal en Milán. No quiero destripar el argumento, así que no me extiendo sobre su argumento y desarrollo. Él es un hombre que ha desarrollado una buena carrera y, ya con 60 años, solo contempla una salida profesional acorde a su buena reputación. La complicación llega con la apelación por el crimen cometido por un tunecino, un caso que parece definido sin necesidad de mayores averiguaciones; pero al fiscal acude una periodista de izquierdas para poner en su conocimiento hechos que cuestionan la responsabilidad del tunecino. Fontana presenta de nuevo un caso de conciencia en el contexto de la Italia actual, con la crisis de los emigrantes, el futuro borroso de tan incierto que angustia a las clases medias y trabajadoras. Esta crisis ofrece varias facetas, una de ellas es, sin duda, la explotación que unos emigrantes pueden ejercer, y de hecho ejercen, sobre otros más desvalidos. Una vez más, Fontana muestra su talento al construir un personaje maduro –aunque creo que al protagonista le falta la desenvoltura, la mundanidad, que acompaña a los años y, desde mi experiencia, a ese sector social concreto de personas que han alcanzado un bienestar fruto de su esfuerzo y del reconocimiento de una profesión de nivel–, y al reflexionar desde la perspectiva y conocimientos del derecho. Se sitúa, una vez más, lejos del mundo pop, o de las vindicaciones coloristas y voluntaristas que por edad parecerían opciones naturales, y en su lugar esgrime la ley elaborada por los hombres –y por ello factible de rectificación– como herramienta de organización social a partir de la que conviene debatir.

Los conocidos, y laberínticos, vericuetos que entraña la interpretación de la ley sustentan la reflexión del protagonista, que confronta con sus allegados y colegas el dilemo ético y de vida que le ha caído encima. En Por ley superior plantea un problema de conciencia, de ética y deja a la imaginación del lector determinar cuál ha sido la decisión del protagonista. El impacto que la novela tuvo en Italia corresponde a la urgencia de una actuación que dignifique no solamente al país como entidad impersonal, sino a sus figuras de referencia.