¡Tongo!, en Mercurio

ERWIN OLAF the boxing school

Desde hoy puede leerse en la revista Mercurio mi relato ¡Tongo! Se publicó hace años en papel en México, ahora está accesible vía digital desde España.

Un fragmento:

¿La prosperidad lo había cambiado? No lo sé. Probablemente el cambio estaba en la seguridad en sí mismo. En cualquier caso, no exhibía el gesto de alarma, de desconfianza, de belicosidad susceptible de entonces, y cuando se dirigió a mí y me habló, no sé si sabiendo o no que era yo, no dudaba que lo entendería como una orden y no como un encargo o una pregunta para cerciorarse de que había entrado en nuestra pequeña productora de contenidos audiovisuales y editoriales. Él sabía que no rechazaría el trabajo porque venía enviado por un jefe, no Alain o Luigi o Quim, sino uno de los verdaderos jefes de las teles: los italianos que nos compran programas, contratan anuncios, cortometrajes, guiones, proyectos, ideas.
Dijo, y estaba eufórico:

—Me voy a llevar un premio. 25.000 dólares. Tienes que corregirme la novela.

La soltó encima de la mesa. La novela. Porque en todo el mundo no había otra. Nadie antes ni nadie después escribiría una novela. Así traía él su novela premiada de antemano por lo que, como si yo fuese parte del tinglado del premio amañado, me ocuparía de corregirla, diciendo a todo amén. Ni una vacilación suya ni objeciones mías. Solo comas, punto y seguido, concordancias de género y número, puntos y aparte.

Fotos de Erwin Olaf.
1) The Boxing School. Hope (2005)
2) Berlin. Portrait 7, (2012)

Brava

gloria-steinem-my-life-on-the-roadMe encantó este libro y me encantó su falta de ego, que es lo que hace de ella una excelente periodista, considerando la cantidad de atención que recibió desde muy pronto en su carrera. Me alegra que la hayan traído a España. Estaba traducida a los principales idiomas antes de que nos llegara vía televisión la «fiebre Gloria». Las páginas que dedica a su padre y al periodo de la Gran Depresión son imprescindibles y aportan un prisma inesperado desde el cual considerar su figura y su trayectoria.

Mi propuesta para próximas ediciones del premio cantábrico: las psicoanalistas y brillantes escritoras francesas Julia Kristeva y Élisabeth Roudinesco. Las dos han sido bien traducidas y son precursoras de Siri Husvedt. Por cierto que Pouvoirs de l’horreur. Essais sur l’abjection, de Kristeva –que no sé si está traducido al español–, vendría al pelo para observar y analizar los últimos acontecimientos, publicación de escandalosos o desconcertantes diarios íntimos y revelación de pseudónimos femeniles incluidos.

Si Chirbes no habla mierdas de ti en sus diarios, ¡eres un loser!

En la guerra, como en la guerra; mi prima me presta el arma… que este mundillo tiene más peligro que  Vietnam

Algunas perdemos el huequecito para colaborar en un diario por preguntar en negro sobre blanco por qué salen tantas putas y tan pocas mujeres con una profesión en las novelas de habla hispana –pero, claro, fue antes del MeToo–, vamos que la valentía nos cuesta el poder adquisitivo.

Y luego están los que, teniendo prácticamente todas las puertas abiertas para publicar donde deseen, se guardan la mascletá final para cuando están criando malvas. Ni Tarantino salpica tanto, oyes.

I’m sorry, my honor, I’m sorry, no lo entienda como desacato a su autoridad, impuesta por la fuerza de la ley (del mercado y del pijerío), por haberme reído mucho mucho mucho con las andanadas, invectivas, feroces críticas, insultos, denuestos y etecé etecé que el Insobornable lanza contra sus colegas. Ni  los truenos de Júpiter, oyes.

Qué honor, después de haberle lamido el culo hasta dejárselo cual patena de vieja iglesia católica, después de haberle llamado maestro en presencia de todos los plumillas, después de haber engolado la voz para sentenciar que menos mal que está él para hablar de los desmanes de la economía ultraliberal, él y solo él, la reserva moral de occidente, recibir sobre tu cabeza la mierda que el Insigne arroja sobre tu obra desde el más allá traído más acá y hasta tus pantallas por los intermediarios que aún arañarán unos miles de eureles con los diarios y otras obras maestras que sin duda, cual bolaño levantino, esconderán los discos brutos, digo duros, de sus ordenadores. Ya los veo en el horizonte, con títulos para la historia: Insultos y otros poemas, Plagio y Amnesia (a la manera de Beckett), Alegría ormosensual (Inspiración Queneau), Ayer me morí y hoy no me puedo levantar (Au Café du Surréalisme je m’assis avec Modiano et autres fantômes)

¡QUIERO QUE ME INSULTE! ¡QUIERO MI RACIÓN DE INSULTOS DEL VALENCIANO MÁS COMUNICAPITALISTA QUE POBLÓ EL SIGLO! ¡YO TAMBIÉN SOY ALGO! ¡YO TAMBIÉN MEREZCO LOS INSULTOS DE CHIRBES!
Chicas reales en lugares reales con oficios reales

Solvencia y servilismo, 1

Lo real - Gopegui

Las última noticias del submundo literario –premios y otras idolatrías– son tan grotescas que darían risa si no estuviesen implicados quienes lo están, gente de mucho poder y mucha cartera. Me he reído sardónicamente con las críticas que todos los diarios han difundido del genio de Tavernes contra Pérez-Reverte. Supongo que estará borrando todas las frases elogiosas que le dedicó, de maestro para arriba. Aunque no entiendo por qué no expresó su opinión en su momento; no es como si esas mismas «opiniones contundentes» (por copiarle la expresión a Nabokov) salieran de los diarios íntimos de Javier Marías. Me ha sorprendido bastante más la parcialidad y supreficialidad de la crítica a la novela Lo real, de Belén Gopegui. Ahora no voy a detenerme a hacer una crítica detallada –en ella, Gopegui trata de un medio que yo conocía de primera mano en las fechas de una porción significativa de la acción del relato, cuando Pilar Miró era directora general de la Radio Televisión Española con el gobierno socialista y cayó por la campaña que promovió Alianza Popular; la corporación audiovisual catalana, donde yo trabajaba, también se había lanzado a una reconstrucción de la realidad a través de la representación que de ella ofrecían la pantalla y los grandes medios en ese sentido que ha alcanzado su eclosión y límite en los últimos años, con el Procès–. La novela que Chirbes tacha de aburrida es apabullante en su ambición, en la recopilación de datos y en el perfil psicológico que atribuye a los protagonistas. Por supuesto, el estilo literario, entendido como composición de un determinado lenguaje para suscitar y con suerte obtener un determinado efecto sobre el lector, a la vez que para seleccionar a qué tipo de lector desea atraer, es elevado; como su novela anterior, esta era y se entendió como un alarde de superioridad intelectual. Ella tenía menos de 40 años y en esas fechas prácticamente todas las escritoras eludían el asunto político, prefiriendo el diarismo disfrazado de novela o el policiaco; entre los escritores de esa misma edad predominaba un neomalditismo estomagante.

La novela en cuestión también es, por decirlo de una vez, elitista, tratándose de una narración política que juega muchas de sus bazas –mensaje, discurso, lugar del narrador– a partir de las tesis brechtianas. No recuerdo si en esta o en La conquista del aire, su novela anterior, parafrasea unos poemas de Brecht, sin advertir al lector ni en prefacio o notas finales–. Más que aburrida es inverosímil en relación al escenario en que sitúa una parte de la acción (la televisión pública) y olvida, como es habitual en sus libros políticos, el componente inconsciente y aquellos aspectos de la conducta más irracionales, más rastreros, más primarios. Sin embargo, recuerdo que me llamó mucho la atención lo bien elegida que estaba la enfermedad de la mujer del protagonista. Gopegui, que parece desdeñar el aspecto simbólico de acciones, relaciones o discursos, mataba a la mujer del protagonista de una enfermedad de la sangre: el rencor activo del hombre que construye su vida como venganza por la injusticia sufrida por el padre (caso Matesa) se vuelve un tóxico.

La pregunta que yo me hice, después de leer semanas atrás a varios críticos literarios o directores de suplementos que se refirieron a la correspondencia de Herralde, en la edición de Jordi Gracia— y recordaban las cartas que recibieron del director de Anagrama con reproches cuando no mencionaban a sus autores o sus títulos como él consideraba que merecían, es si de haber seguido Gopegui en Anagrama se habría censurado o no esta parte de las opiniones de los diarios del autor de Mimoun. Naturalmente, y como seguramente muchos, antes me pregunté cuántos periodistas, jóvenes críticos, escritores que despuntaban, cayeron de diarios y revistas por una queja de tal o cual editor.

 

Gran Sol, de Ignacio Aldecoa, entre novela y reportaje, en El Rinconete

La novela de Aldecoa está despertando curiosidad entre los lectores a partir de la nueva novela de Antonio Lucas «Buena mar», que se ha inspirado en Gran sol…

DE LA HABANA HA VENIDO UN BARCO CARGADO DE...

La novela Gran Sol (1957) pertenece a una de las trilogías que Ignacio Aldecoa (1925-1969) planeaba escribir dedicada a lo que llamó «la épica de los oficios». Una de ellas debía tratar de la vida de los guardias civiles, los gitanos y los toreros. Otra versaría sobre los oficios del mar, que es precisamente Gran Sol, Premio de la Crítica de 1958. Su última novela, Parte de una historia (1967), da gran protagonismo a la población marinera de la isla canaria de La Graciosa, si bien no encaja estrictamente dentro del ciclo. Su muerte temprana impidió a Aldecoa culminar su proyecto narrativo, aunque dejó una extensa obra cuyo reconocimiento llegó pocos años después de fallecer, tanto de parte de estudiosos de la literatura española como de estilistas del lenguaje como Francisco Umbral. Y es que, por encima del tema que Aldecoa trate en sus cuentos o en sus novelas…

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Viaje fotográfico a través de América con cámaras analógicas

Hay un corriente de jóvenes fotógrafos, como este Willem Verbeeck, que están recuperando la fotografía analógica y dándole gran difusión a través de sus canales de Youtube; se dedican a probar todo tipo de cámaras en sus diferentes formatos, carretes, incluidos los caducados hace años que pueden encontrarse en lotes vendidos por internet. En este post, uno de los que me parece que trabajan el color de una manera sugestiva, aunque las imágenes propiamente dichas tienen algo de déjà-vu, con una mirada que creo muy estilo polaroid.
En Barcelona también se está experimentando un revival de la foto analógica y esto ha tenido una pequeña consecuencia positiva: han abierto un par de tiendas que no solo venden cámaras de segunda mano sino –lo fundamental– talleres de reparación a precios razonables. Uno está en la calle Tallers, muy cerca de las Ramblas.

Ofreced flores, y una exposición, a los rebeldes que fracasaron

Conciertos sala mural boca

Desde hoy puede leerse en Mercurio mi crónica de la muy recomendable exposición Cultura y underground en los años 70, comisariada por Pepe Ribas, el fundador de Ajoblanco, que se presenta en una de las salas del Palau Robert, en lo alto de Paseo de Gracia.
El título rinde homenaje a una famosa novelita (por breve) de la época, Oferiu flors als rebels que fracassaren, de Oriol Pi de Cabanyes, muy representativa en estilo y contenido de las corrientes literarias del momento.
Siguen fotos de la muestra. Abajo, me encontré con una foto de un Jaume Sorribas jovencísimo, vestido de marinerito y con las imprescindibles melenas de la década, en la primera etapa de Joglars. El de atrás creo que se apellida Renom. Al menos una década después yo cuidaría de su bebé, en el primer año de universidad; guardo los mejores recuerdos de la bebé y del papá, y de las escenas de improvisación que preparaba con Pepe Rubianes en el comedor. ¿Quién hace de babysitter a quién en estos momentos? pensaba yo. Y guardo las divertidas notitas que me dejaba con instrucciones sobre ropa, comida, horarios de la criatura…

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Joglars, Comediants, Teatre lliure… La explosión del nuevo teatro catalán. Abajo: a celebrar la fiesta pos-dictadura se apuntaron todos los rockeros del planeta.

Pujol capgros o los exorcismos del humor y la farsa teatralExpo-5

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Ocaña-Contracultura

Ocaña nocturno y Oriol Tramvia, dos imprescindibles de la década.
Abajo: titulares de prensa: Murió Franco y mataron a Pasolini. No es lo mismo pero es casi lo mismo como definición de época: uno en la cama, el otro en una paliza a campo abierto a manos de neofascistas tapados por el poder. Arriba: fotos en bn de los conciertos son de Pep Rigol

Expo-1

Contracultura-besos

Chirbes y los tartufos

Chirbes-Lucha final

Me ha llamado la atención este verano que los que recomiendan algo de Chirbes se limitan a Crematorio dando la impresión de no haber leído nada más del de Tavernes. En la Correspondencia del editor de Anagrama con sus autores y un sinfín de gente del mundillo, que ha editado Jordi Gracia, leí un extracto donde Herralde se mostraba poco inclinado a publicar una novela de Chirbes titulada En la lucha final. La leí hace muchos años, y me pareció la típica historia que se estilaba en el momento, una pintura cargada de tópicos acerca de la nueva clase social aupada por el PSOE, esa que había olvidado su compromiso con los idealismos de izquierda y la lucha antifranquista. Esta novela incluye una subtrama sobre un escritor falto de inspiración que plagiaba el libro de otro y al publicarlo se veía delatado porque otro más-o-menos-escritor había aprovechado la misma obra. Me sorprende que nunca nadie hable de esta novela y que Marta Sanz no comente otros libros del valenciano. Quienes sepan leer más allá de la literalidad, como se espera de lectores adultos y avezados, habrán observado que Un detective no se casa jamás, de la Sanz, es en parte un homenaje al Crematorio de Chirbes, o mejor dicho a la Valencia espléndida que allí se exalta. También es llamativo que alguien que centró prácticamente toda su obra en Valencia, nombrada como Misent, siempre descrita en tonos sombríos, no hubiese caído antes en el valor literario y simbólico de su luz mediterránea. Porque no era vivencia suya. Porque tuvo que encontrarlo en mi texto para caer en el juego que podía dar. En sus últimas novelas, tras el  éxito de Crematorio, la crítica volvió a destacar la negrura de los ambientes que pintaba.
A Chirbes le ha ocurrido lo que al personaje de su novela, que el plagio del mismo texto por parte de un tercero delata el suyo. En claro: que Padura delata a Chirbes. Sin embargo, Chirbes robó más porque robó todo y luego lo reacomodó -por utilizar la terminología cubana sobre plagios no literales.

De momento estos detalles:

  • en  La playa, p. 48 del mecanoscrito : «Te voy a prestar las llaves del apartamento de la playa en Cullera, dijo, decidiéndose por fin a dar un paso más. Te instalas con la chiquilla y te quedas quince días, yo pasaré a veros los miércoles por la tarde y los viernes, tomáis el sol, coméis bien, si te falta dinero, déjale una cuenta abierta a la del súper que ya la saldaré yo,…»
  • en Crematorio, p. 249 y s.: «Mañana te traigo el dinero, le dice, lo guardas tú, para que veas, tú guardas el dinero […] Le propone irse del club al día siguiente. He preparado uno de los pisos libres de la empresa de un conocido para que Lola pueda instalarse un tiempo. Luego ya pensará algo.»
  • Padura tenía que llenar páginas y más páginas y él o sus negros embuchan material sin ton ni son. En la pág. 547 uno de los protagonistas, Darío, un médico cubano que ha prosperado en Cataluña, pasa el día o la mañana en la playa con la familia. El hijo –que no es de la catalana con la que vive– se ha echado una novia extranjera y varios momentos de la escena son un reacomodo del capítulo que publica JotDown en su número 36. También aqui vemos que le propone a su interlocutor un plan y enumera lo que van a hacer de antemano: «-Porque estaba pensando que yo podía llevarte. Tú y yo solos. Nos vamos en mi carro, almorzamos en algún lugar bonito, alquilamos un hotelito y dormimos la siesta, que sabes que me encanta, nos bañamos y luego seguimos hasta Toulouse. Allá comemos en un restaurante bueno con vino y quesos franceses, llamamos a Marquitos, y después te dejo en tu residencia de la universidad y me voy a un hotel. El domingo por la mañana desayunamos juntos, con croissants de verdad, y yo regreso y estoy aquí por la noche.»

Obsérvese que lo que dice no tiene demasiado sentido, porque ir a Francia y comer quesos franceses es de esperar. En cuanto a croissants de verdad también ha sido fácil encontrarlos en Barcelona en las últimas décadas. Pero el ritmo y el tono es lo que cuenta. Esto puede parecer poco -y es poco respecto a lo de Chirbes–, pero la prueba de que Padura no sabe ni qué dice se refleja en muchas páginas. En mi novela se habla desde el principio de los actores de los años 60 y es una referencia medular a lo que se cuenta. En Como polvo en el viento, en el capítulo mencionado, que arranca con un contundente «Los veranos son calientes en Segur de Calafell» (pág. 528)  también le da por hablar de «la potencia del sol y la plenitud del verano». Al igual que para Chirbes -que naturalmente extrajo de mi  novela inacabada y por ello inédita–, allí «Todo parece tan perfecto que casi no se puede pedir más» y, por lo mismo, al doctor Martínez le da por rememorar una evocación que lo entretuvo recién llegado a nuestros lares: «recién salido de Cuba, y una tarde vio atracar en la marina de Sitges un bote que lo remitió de inmediato a una secuencia para él inolvidable de A pleno sol, ese momento en que Alain Delon, Maurice Ronet y la rutilante Marie Laforet [poco rutilante en esta película donde pasa el rato sufriendo] llegan a un embarcadero y bajan al espigón, todo tan bello. Y recordó que en la película Delon lleva unos mocasines sin medias, como él decidió en ese instante que siempre se debía ir calzado en esos sitios de ensueño existentes en la realidad. La realidad de la parte del mundo que desde entonces sería el escenario de su vida.»

Esta escena no tiene ni pies ni cabeza y me pregunto cuándo pudo verse en Cuba películas como Plein soleil; de estreno no sería por la edad del personaje y las reflexiones de anticipada nostalgia capitalista son absurdas pretendiendo ser hedonistas.
Por cierto, que la necesidad –seguramente dictada desde la editorial– de llenar y llenar páginas, y la de quien escribió de darle un tono «elevado», «literario», lleva a frases como la que sigue, en la p. 308: «Horacio se empeñó en la búsqueda de algún indicio capaz de orientarlo hacia un descubrimiento que necesitaba y, a la vez, temía realizar»
.

Antes de este episodio tenemos a una de las protagonistas, «la que se queda en la isla acompañando exilios con la memoria, alimentándose de exilios y de fugas» [la playa, p.96], Padura se enreda en el tono caviloso y llega agotado a la p. 398, por lo que termina un párrafo «Porque nunca nos bañamos dos veces en las mismas aguas de un río, y si así fuera, resultaría demasido aburrido», que guarda cierto parecido con «también porque cada cierto tiempo vuelven las viejas olas en que nos bañamos una vez, y traen residuos que arrojamos, basura convertida en indicio de nuestros deseos». (LP, p.75), que Chirbes puso así: «Cada vez que se acaba una etapa de ideas más o menos racionales, vuelven las viejas supersticiones con renovada energía» (Crematorio, p. 93).

Hay mucho más, pero lo dejo aquí por hoy.