
A pesar de las risas sarcásticas que me provocó el escándalo del contenido plagado de insultos a la pléyade de sus rivales-defensores y enemigos varios, pocos días después del lanzamiento de los diarios de Plagiario 1 pasé la noche vomitando. La pesadilla se repitió una semana después, tras descubrir en la relectura de su bodrio, que Plagiario2 había incluido más escenas, situaciones y frases de mi malhadada novela. El médico diagnosticó una evidente depresión y me dio una baja testimonial, ya que ni se cura con fármacos ni puedo pagarme un descanso.
El libro de Chirbes ha caído en medio de la escena literaria igual que una rata muerta, tan podrida por dentro que allá donde alguien pinche escupe su putridez. Lo grotesco, y hasta divertido si no significara lo que realmente significa, es cómo figurones como Ródenas incurren desde La Vanguardia en la contradicción de desacreditar a la Sanz por el prólogo, que todos consideran «represalia» por lo que el valenciano larga contra su estilo, de un libro que va lleno de represalias. A Marta Sanz le ha importado, como al 99% de los enterados de esta historia, una sagrada mierda el daño que me han hecho desde cualquier punto de vista pero lleva ya un artículo y un prólogo para desquitarse de la crítica que el Gran Santón, ungido por ella más que por la mayoría, ha dejado en testamento.
Como si no fuese todo bastante grotesco, este y aquel critican el enfoque del prólogo que tachan de «psiquiatrización» confundiendo psiquiatría con psicoanálisis –¡qué nivel!–, porque no son capaces siquiera de objetar cabalmente –lo único cabal de todo este disparate, que si no estuviera Anagrama detrás no habría agitado ni una mota de polvo– que un enfoque psicoanalítico, así fuera de la pluma de Marta Sanz o de Valls, si no se acompaña de las cita de auténticos y reconocidos expertos, sería puro análisis silvestre, es decir palabrería de mero diletante, un guiso de fórmulas de aficionados para decir, aprovechándose de la autoridad que tiene esta disciplina como forma de análisis del lenguaje, lo que a uno le pica.
Padura, por su parte, odiadísimo por la gran mayoría de escritores e intelectuales cubanos disidentes, continúa, gracias al apoyo del grupo planeta, que no es apoyo baladí, en su ascendente carrera a encarnar la figura de Gran Escritor Cubano –incapaz de escribir «castrismo» ni una sola vez en ese engendro que puede acabar incluso premiado en Francia (qué decadencia), toma y retoma de Reynaldo Arenas, polvo rabioso en su tumba de saberlo.
Como antidepresivo, una dosis doble de talento: el fotógrafo Erwin Olaf con sus puestas en escena de inspiración pictórica en el video, y arriba con su compatriota la diseñadora de moda Iris Harpen (Felipe II, Vanity Fair ).