Llevamos pagados 45.000 euros para traducir el bodrio-novelón de Padura a diferentes idiomas -francés, alemán e italiano–, concedidos por Acción cultural española. No entiendo por qué los españoles tenemos que pagar con nuestros impuestos la traducción de un ¿escritor? extranjero, que no vive en España, a idiomas y culturas que no atraviesan dificultades para sufragar la edición de nombres ya establecidos y con un mercado sólido. Puede sorprenderme que se paguen 15.000 euros para traducir al inglés la última de Javier Marías, pero no me ofende, no solo porque es español, sino sobre todo porque siempre hay calidad en sus obras y el grupo hoy llamado Penguin Random House, que incluye a Alfaguara, suele pagar dignamente –tarifas correctas, sin excesivos retrasos o la mayoría de veces sin retrasos– a sus colaboradores externos. Me indigna, en cambio, que paguemos por traducir a Padura, publicado por el Grupo Planeta, que ha bajado las tarifas de colaboradores externos a límites que no permiten vivir del propio trabajo. Sus editores –según mi experiencia– no respetan ni las leyes de la propiedad intelectual ni el derecho del trabajo mientras se carcajean de todo dios y todo santo al sacarse de la manga un millón de euros para pagar a sus trillizos de la novela policíaca.
¡POR FIN SE HA DESCUBIERTO LA IdENTIDAD DE CARMEN MOLA!: ¡SON TRES!
Y, por supuesto, está el capítulo de los plagios.
Muchos se han rasgado las vestiduras por el premio a los tres escritores que se escondieron bajo un pseudónimo femenino, la Carmen Mola de las narices, pero pocos han caído en dos aspectos más relevantes para el negocio del grupo Planeta:
1) su necesidad urgente de introducirse en el negocio audiovisual, para lo cual necesitan perfiles como los de estos tres profesionales del guion y de la narrativa de grandes ventas; la proliferación de novelones peor o mejor urdidos, peor o mejor resueltos –sin ir más lejos, la más que fallida novela policiaca El último barco, en Siruela; Como polvo en el viento, y tantas más– respondería a esta necesidad de ofrecer material que pueda adaptarse al formato serie; no al formato película como puede ocurrir, sin que sus autores lo planeen: Distancia de rescate, es un buen ejemplo, que requieren de un trabajo de adaptación «de autor».
2) la cantidad de incautos que han enviado sus novelas de las que se extraerán personajes, situaciones, giros, puede incluso que voces narrativas, estilos para engordar o inspirar a escritores conocidos faltos de material novedoso. Han regalado a cambio de nada miles de páginas de literatura de peor o mejor calidad, pero de la que seguro extraerán un provecho que no es el del reciclado de papel.