«El Mago» de Colm Tóibín

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Mi reseña de la biografía novelada, obra del irlandés Colm Tóibín, en Revista Mercurio.  Leí que Tóibín luchaba contra un cáncer mientras escribía el libro. Es cierto que esperaba un texto de más enjundia en la reflexión teórica, pero como yo sí creo que las circunstancias en que uno escribe deben tomarse en consideración cuando se emite un juicio, entiendo que la batalla por su salud a la vez que se lleva adelante la redacción de un libro de esta envergadura en cuanto a datos y personajes, ya es suficientemente heroico.

La parte del exilio en América me ha parecido de lo más interesante –junto con el relato de juventud y sus pinitos en Munich. Empieza la caza de brujas desde los Estados Unidos cuando Mann y familia regresan a Europa. Sobre ese periodo en Hollywood, recomiendo leer la biografía que el hijo de John Fante, Dan Fante, escribió tanto sobre su vida como la de la familia y las tribulaciones de su padre, que no comulgaba con los comunistas de piscina de riñón y pagó el precio. En España se publicó con el título Fante. Un legado de escritura, alcohol y supervivencia. 

Fante Dan - A memoir

 

«Juegos de niñas» de José María Conget en Turia

Esta reseña se publicó en Revista Turia, núm. 139, 2021

José María Conget (Zaragoza, 1948), autor de una extensa trayectoria narrativa que incluye cuentos, novela y ensayo literario, entrega su último volumen de relatos, narraciones de diferente extensión, temática e interés. Por su extensión, algunos relatos son propiamente nouvelles, como el risueño Un día de verano y el esperpéntico Toronda. El último cuento da título al volumen, Juegos de niñas, si bien, al contrario de lo habitual en muchas recopilaciones, no puede considerarse una síntesis ni un concentrado de rasgos del conjunto.

comparten todos el rastro de la dilatada influencia que han tenido en la obra del autor las vanguardias del boom latinoamericano, la nueva narrativa norteamericana y el modernismo anglosajón, sin olvidar a Borges, desde su primera novela, quadrupedumque, hasta la última, la lograda El mirlo burlón. Esta influencia se traduce aquí en el uso del monólogo interior, en las alternancias del punto de vista y de las voces narrativas –contando siempre con la complicidad de un lector avezado–, en la mezcla de registros coloquiales y de elevado nivel cultural, en las alusiones a la cultura popular en forma de canciones, películas de género, cómics y obras literarias. Estos recursos, que ubican la narrativa de Conget dentro de la corriente renovadora que definió a su generación, se ponen a menudo al servicio de una temática que el lector intuye autobiográfica.

            Los recuerdos de una formación intelectual, sentimental y, a la postre, antirreligiosa en plena España franquista, uno de sus temas recurrentes, comparecen de nuevo en La patrulla cristiana y en Toronda, este último englobado dentro de la serie Tres cuentos malsanos sobre escritores, serie que se completa con Alma gemela y Congreso. La patrulla cristiana presenta a un joven, Paco, al que el cura, don José María, nombra presidente de Acción Católica y encarga velar por la moral del pueblo, amenazada de pronta corrupción por el estreno de la película escandalosa –cuyo título todo lector español mayor de 40 años adivinará antes del final– que Don Evaristo, prohombre del lugar y dueño del cine, ha programado. Paco está en edad de echarse novia por lo que cuando conoce a una forastera de modos resueltos interesada en ver la película condenada se producirá cierta colisión entre el deber y el deseo. El relato demuestra, con claro tono berlanguiano, la habilidad de Conget para describir a través del diálogo y cuatro pinceladas un tipo femenino habitual en su obra, el de la muchacha que arranca al joven protagonista de cierto sonambulismo erótico, a veces también político, en conexión con la paulatina maduración de una conciencia que se rebela contra las estrecheces intelectuales y morales del franquismo, como ya hizo en Tiempo hostil y en Confesión general, incluidos en su anterior gavilla de relatos publicados en 2017. En la divertida y muy recomendable Confesión general, un mozalbete creyente y empollón, típico personaje en la población literaria de Conget, decidía someter su alma a un streaptease ante el sacerdote de turno mientras su incipiente espíritu crítico, alimentado por las lecciones de filosofía, le revelaba las contradicciones insolubles entre la fe y la razón, sumiendo al sagaz muchacho en la perplejidad. Sagaz en extremo es también la pequeña protagonista de Juegos de niñas, Ariadna, que relata los días de vacaciones con sus padres en una urbanización playera, la amistad con otras vecinitas mientras su madre se concentra en dar los últimos toques a una tesis sobre, nada menos, las relaciones de Voltaire con la cultura inglesa, y el padre, modesto empleado de banco, se conforma a regañadientes a la ambición académica de la mujer, puestas sus esperanzas de ascenso social en el apoyo de un venerable catedrático. Las anotaciones en un diario de la adolescente Manoli, que introduce a Ariadna en la cultura televisiva y en los celos infantiles, completan las voces del relato que traza un paralelismo entre los desengaños de madre e hija.

Además de recrear las neurosis del español de clase media baja que se eleva, al cursar estudios superiores, a un rango que a menudo lo desliga de su raíz y vitalidad, Conget trata de la soledad, da lo mismo si sus protagonistas son escritores encerrados en sus pesadillas (Toronda) o en su vanidad (Congreso y Alma gemela), si son maridos con los sentidos alterados por un virus (Gripe) o por la autoindulgencia (Revelación); el tema de fondo es el zarpazo en la conciencia del destino mortal del hombre y las culpas aledañas por aquello que se hizo mal o se dejó de hacer. Las narraciones en que esta certeza está mejor imbricada en el argumento y en el perfil del protagonista, a menudo un hombre de mediana edad, culto y algo presumido sobre tanto saber cosmopolita y superficial acumulado, que tiene su modelo en los héroes “woodyallenescos”, son las que aciertan a controlar la tendencia congetiana a las citas literarias y a la digresión erudita. Así destacan tanto el homenaje a “Felisa Ferruz, la tía”, titulado True Love, donde rememora los paseos que le daba por Zaragoza a la anciana, obligada a desplazarse en silla de ruedas, cantando ambos las melodías americanas, como La piscina de los zombis.

El título de la romántica canción favorita de la mujer, True love, ayuda a enhebrar recuerdos y afectos sobre la vida de la recién fallecida, sus frustraciones y orgullos, en el contexto ya conocido del franquismo en provincias y su siempre sorprendente contraste con el cosmopolitismo acelerado de los españoles; y entre ellos, tantos protagonistas del autor aragonés. Este homenaje se hermana con otros reunidos en libros anteriores, como la elegante rememoración de la actriz y directora de cine Jeanne Moreau en Su pálido rostro de mujer fatal, del anterior volumen de cuentos.

Los lectores aficionados al sarcasmo contra la profesión literaria disfrutarán de la serie de «cuentos malsanos»; en ella, planta a escritores más o menos identificables en situaciones grotescas, en escenarios como ferias internacionales, congresos o presentaciones, o frente al ordenador y sus propios libros, siempre más indulgentes con sus propias imposturas que con las de los colegas. El tema de los escritores españoles cegados por su vanidad y provincianismo parece agotado y convendría un abordaje más serio y quizá introspectivo. En el conjunto sobresale La piscina de los zombis, narrado con técnica diarística, páginas destinadas al médico que se ocupa del protagonista, obligado a realizar terapia de rehabilitación tras un turbio accidente de tráfico. Con oficio y erudición, el autor reflexiona sobre los poderes del amor en una prosa suelta y siempre creíble.

Monkey Boy, de Francisco Goldman en Mercurio

Goldman cover

Ya puede leerse en Mercurio mi reseña de la última novela de Francisco Goldman, Monkey boy. No se ha traducido el título, me figuro que porque en español quedaría tan denigrante que, como suele pasar en España, perjudicaría a la imagen del escritor y distorsionaría la lectura.

Francisco Goldman quedó finalista en ficción del Pulitzer del año 2021. Almadía ha sacado una edición muy bonita del libro, que su autor define como novela con un importante componente autobiográfico. La traducción del escritor Daniel Saldaña París le va como un guante al perfil de Goldman. Pese a que ha tenido bastante suerte con sus traductores, por lo que he podido leer en reseñas como la del New Yorker, el inglés de Goldman presta atención al ritmo de la prosa, de ahí que a pesar de su afición a la acumulación de detalles –un poco a la manera de Philip Roth–, el lector se va dejando llevar. Con un elemento proustiano, pero sin melindres de alta cultura ni citas obvias, y chispas de humor, va construyendo una historia de familia que es también una historia de un periodo concreto de Guatemala y Estados Unidos y sus ecos en el presente del trumpismo. Recomiendo leer sus dos primeras novelas —La larga noche de los pollos blancos y Marinero raso (que he empezado hace poco y me ha dejado boquiabierta en su faceta conradiana) para formarse una idea clara de por qué se hizo un nombre tan pronto puso pie en suelo literario.

larga nochepollos
Conviene no olvidar que el texto tiene sentido sobre todo en relación a la historia de Guatemala y a la de Estados Unidos y que no funciona solamente con respecto a los temas últimamente en discusión –racismo, emigranción, trumpismo, discriminación, feminismo, vulnerabilidad–. Aunque se trate de una novela que cierra la que el escritor ha llamado «trilogía de la intimidad», creo que es importante su valor testimonial por cómo recoge la experiencia de un ciudadano que aglutina en su identidad tantos aspectos que Estados Unidos, la versión oficial y caduca del país, la de los viejos wasp, tiene dificultades en integrar y darles la relevancia.

En la novela queda patente que el terror que provocaron las dictaduras tuvo un efecto colateral no sé si imprevisto pero sin duda mal controlado: la emigración de miles de personas hacia Estados Unidos y no solo hacia Suecia o España. Ahora bien, igual que emigraron o se asilaron muchos que eran perseguidos o se sabían destinados a figurar en la lista de indeseables de los gobiernos, también se instalaron en Estados Unidos, en mejores condiciones, personajes de las elites con intereses en la dictadura. Por uno de esos azares de la vida, me encontré en 1999 en Miami, en la fiesta de cumpleaños -no recuerdo si del señor de la casa o de su encantadora y pizpireta mujer, que tenían cuatro hijas cada una de las cuales parecía sacada de una novela diferente de Scott Fitzgerald– de un candidato a la presidencia de Guatemala. Sé de cierto escritor que no aceptó la invitación a la fiesta, aunque estudiar las dinámicas de relación y de reconocimiento de los verdaderamente ricos entre sí es lo que anduvo persiguiendo Proust toda su vida 😀 😀  La fiesta era en Coral Gables, zona lujosísima y de derechas, y en esa casa había un mueble alargado que recorría toda una pared donde los dueños exhibían un sinfín de figuritas auténticas de arte primitivo procedentes de excavaciones de su país. Eran, evidentemente, piezas, algunas solo miniaturas y nada muy grande, que no deberían haber salido del país de origen. La ironía está, claro, en cómo la dictadura guatemalteca tomó a la población india como blanco favorito de la llamada guerra sucia mientras sus simpatizantes o colaboradores o cómplices adoptan las imágenes glamurizadas del arte que los representa como testimonio de pertenencia y de vínculo con las raíces nacionales. En el mismo sentido entendí yo la presencia de una fotografía de gran tamaño en blanco y negro que imitaba una de las famosas imágenes de Rivera (ver abajo), de un artista muy conocido, el tipo de fotografía que se vendía aún en galería de arte. Venía con esta pareja de amigos una escritora brasileña ya madura, muy conocida, de conversación brillante y amena y que me pareció la prueba fehaciente de que una posición holgadísima sí ayuda a la felicidad y una parte de ella consiste en saber graduar a tu conveniencia la exposición al tipo de relaciones que se daban en la fiesta de Coral Gables.

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«Palabras del Egeo», de Pedro Olalla, en Mercurio

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Ya puede leerse la reseña de Palabras del Egeo, de Pedro Olalla en Mercurio. Creo que voy a leer todo lo que ha publicado, es el tipo de lectura que me apetece estos meses.

Un fragmento:

«Olalla construye su ensayo en forma de carta a su hijo Silvano, muchacho de diecisiete años que ha de llegar a Kimolos o Argentiera, pequeña isla del archipiélago de las Cícladas, donde su padre le espera redactando en unos cuadernos —ordenadas las notas en capítulos, y estos presentados como cuenta atrás de los diez días de verano que faltan hasta el encuentro— lo que ha de entenderse como un legado de la historia actualizada de los orígenes de la lengua y cultura helenas, pasión en la que ha fundado su vida, reconocido con distinciones como embajador del helenismo por el Estado griego y miembro asociado del Centro de Estudios Helénicos de la Universidad de Harvard. El ensayo se acompaña de un largo capítulo de notas en las que se documentan los hechos narrados y las citas, títulos y etimologías que, junto a la bibliografía y el extenso índice, no esconden que también apunta al lector universitario y especializado.»

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Cada día es del ladrón: Padura vuelve por sus fueros

Habana en ruinas Cubanet

El título de una crónica -excelente  y de lectura recomendable– de Teju Cole me sirve para titular mi asco y frustración al ver cómo se agasaja a Padura en el diario El País (y pronto en el resto de publicaciones). No recordaba yo la respuesta que le di a la directora de una publicación extranjera que me confirmaba el interés en publicar un artículo sobre el novelón de 2020; me la refrescó a principios de verano con su mensaje de «fuera de la oficina» (dichosa ella: yo llevo 18 años sin poder pagarme vacaciones y las últimas fueron justamente a Cuba para documentarme de cara a esa novela que tanto beneficio les ha reportado al santo de Tabernes y al cubano falsario.)
A mi propuesta de reseña, la académica respondía amabilísima con una contrapropuesta para enviar un artículo más largo en el que cabía una mayor libertad de enfoques y contenidos. Obsérvese que se trata de colaboraciones académicas y por lo tanto gratuitas: hasta ese extremo llegaba mi interés por la realidad cubana y su plasmación literaria. Por desgracia, para cuando llegó su mensaje yo tenía ya indicios de sobras del plagio, de modo que respondí tan agriamente como puede leerse a continuación:

«Gracias por su correo y por la propuesta. Lamentablemente, la nueva novela de Padura me ha parecido muy mala, concebida para un gran público al que se le sustrae la problemática de la diáspora y de los conflictos creíbles de las personas que deciden quedarse. Se hace muy evidente que los nuevos propietarios de la editorial, Planeta, que mantiene el nombre pero no los objetivos de la original Tusquets, tratan de conseguir un éxito del calibre de Patria, de Aramburu.

Dudo que una publicación como XXXX esté dispuesta a publicar un artículo no solo negativo sino además duro con la falta de honestidad que demuestra Padura en esta novela.

Sus 600 páginas se hacen insoportables, especialmente para aquellos lectores que conserven su sentido crítico y hayan leído algo de los escritores que sufrieron las represalias del castrismo y han demostrado desde su exilio la calidad que no se les permitió dar a conocer en su país.

Propuse con mucha esperanza la reseña de esta novela, pero no podía imaginar que un escritor que ha alcanzado la visibilidad que hoy tiene Padura fuese capaz de entregar un texto semejante.

Vale decir que no soy la única que ha expresado su decepción ante Como polvo en el viento; que sea candidato al Nobel no me extraña considerando los escándalos que rodean la concesión de este premio.

Creo que sería una pérdida de tiempo para todos dar publicidad a esta novela.
Un atento saludo,


Foto: calle de La Habana en ruinas con hotel de lujo al fondo. De Cubanet.
Aprovecho para comentar que la crónica de Cole ofrece una perspectiva original porque le da la vuelta a la imagen del negro victimista y a los tópicos que acostumbran a transmitir sobre los afroamericanos o afroeuropeos en cualquier género que se nos ocurra. De origen nigeriano y madre alemana, podría decirse que es, como Rimbaud, un «falso negro». Al margen del argumento de base –su decepción al regresar a su ciudad/país de origen aquí, por la corrupción y corruptelas; sus paseos por Nueva York, donde trabaja como psiquiatra, en Ciudad abierta–, destaca la crítica que hace a las inercias de sus «hermanos» de raza. Es un explorador a la manera de Kapuscinski, pero de Nueva York o de ciudades europeas, al que su piel negra le sirve de camuflaje y su apabullante cultura de afilada arma de análisis. Es también un pequeño burgués que observa con no siempre disimulado desdén los deslices y autoindulgencias ajenas y de qué modo el racismo está incrustado como una guerra de posiciones. Es decir que le da la vuelta a la afirmación con que Padura se descarga: el cubano viene a decir que solo quien no pasa dificultades puede permitirse el lujo de ser honrado. Si eso fuese cierto, yo tendría que estar asaltando cajeros y estafando a Hacienda y aquí estoy anotando concienzudamente hasta el último céntimo que tengo pendiente de pagar. Tengo comprobado que quien más roba es el que está más seguro de su impunidad. Volveremos sobre el asunto…

«La amistad era esto», cartas a PPP de Dacia Maraini

Maraini PPP Moravia de viaje land rover

Hoy se ha publicado la reseña dedicado a Querido Pier Paolo, el último libro de la escritora italiana Dacia Maraini, editado por Galaxia Gutenberg, en cuidada traducción de Helena Lozano Miralles.

Un fragmento:

«Y desde la primera carta tenemos a un Pasolini vivo, «esta noche he soñado contigo. Tenías tu sonrisa dulce de siempre y me decías: ¡Estoy aquí!», que la impulsa desde el mundo de los sueños a abordar diferentes temas, empezando por el ineludible: su muerte y el misterio en torno a la identidad de los responsables. Cuenta la escritora que fue a visitar en la cárcel a Pino la Rana Pelosi, el asesino confeso, pero tan poco creíble, y que accedió a escribir el posfacio de su libro, Io, angelo nero (1995), no por ingenuidad o por la típica blandura izquierdista, seguramente fue una voluntad de mantener vivo el caso pese a, o precisamente por, los muchos interrogantes y silencios que en esas fechas todavía lo rodeaban.»
El artículo completo se puede leer en Mercurio.

sabaudia spiaggia

 

(c) Foto playa de Sabaudia de Ferdinando Vegliante

Por qué Bolaño es el escritor más grande del mundo, Nicola Lagioia

lagioia portada ciudad vivos Ferocia-Lagioia

 

Nicola Lagioia da una clase magistral con, como eje central, su pasión por Bolaño, que ha dejado gran huella en su novela La ciudad de los vivos. Me ha extrañado que no haya tenido más eco esta novela porque es verdaderamente buena, mucho más allá del argumento que puede atraer al lector morboso adicto al true crime. Lagioia es un tremendo escritor, no porque sea el mejor de sus contemporáneos italianos, ¡qué sé yo si lo es o no!, no los he leído a todos. Pero para comprender por qué es tan buena La città dei vivi, publicada en castellano por Penguin, hay que leer por lo menos un tercio de la que le dio el Premio Strega, La ferocia (La ferocidad), que no se ha traducido aún a nuestro idioma. Parece que están esperando a ver cómo funciona la crónica del asesinato del joven Luca Varani a manos de dos niños bien de Roma antes de arriesgarse a traducir la otra, cuando son dos novelas simétricas en estilo y eso demuestra que Lagioia tiene planteamientos inteligentes respecto a su narrativa, por encima de intereses de carrera. La primera es un decidido tour de force de estilo elevado con una trama detonada por la muerte de una mujer joven, hija de un riquísimo constructor de provincias; es una novela sobre la corrupción, también psicológica, una investigación que va insinuando el motivo real de un derrumbe, que es también el de la Italia de los años berlusconianos. Al contrario de lo que suele ocurrir en los thrillers, incluidos los sudamericanos con el narcoterrorismo como fondo político-histórico, aquí la muerta no es el elemento angélico que pone en marcha una investigación llevada por el elemento asocial, es decir, un detective desaliñado con una vida más desaliñada aún; todo lo contrario, es más una pécora al viejo estilo, y el relato se levanta sobre los diferentes testimonios, que desarrolla otro personaje principal de lo más inquietante, el hermano bastardo acogido en la familia al morir la infeliz amante del constructor, con un perfil psicológico que le da mucho juego a un escritor con el talento, las lecturas y la inteligencia de Lagioia. Después del éxito que obtuvo La ferocidad, del respeto que cosechó entre los críticos jóvenes y sus colegas escritores, se entiende tanto que La ciudad de los vivos parezca una historia que salió a buscarlo, y por lo tanto no podía escribirla sino él, como las objeciones de esos críticos jóvenes -dudo que todos lo rechazaran, en cualquier caso-.
Estoy segura de que va a escribir otros libros interesantes que pondrán en perspectiva La ferocidad y La ciudad de los vivos demostrando que, además de saber crear y recrear personajes, su intención es reflejar la Italia de este siglo en un tono que no  es realista sino hiperrealista, con lo que el concepto tiene de intencionado, de distorsión, de subrayado de los perfiles con una finalidad más que estética.

En la clase sobre Bolaño, donde lee y comenta largos fragmentos de la última entrevista que la gran Mónica Maristain le hizo para PlayBoy México –risas constantes de fondo–, se advierte que la del chileno es una figura de escritor ya sedimentada, lo lee con plena libertad, desparasitado de aquellos elementos y del ruido que se le incrustaron cuando aquí lo aupó la burguesía ilustrada, hasta casi fagocitarlo, y se crearon fricciones y conflictos que, a quién iba a extrañarle, nunca provocaron un debate sobre la aportación de Bolaño, de su perfil de escritor vocacional, en medio de un panorama de escritores de vocación institucional más o menos transparente. Por eso no me sorprende que influya en escritores donnadie –como Lagioia, hijo de una clase media media, o en el último Goncourt, que se inspira en Los detectives salvajes en otro de los tantos libros que quiero leer, La plus secrète mémoire des hommes, del senegalés Mohamed Mbougar Sarr. Herralde, que a fin de cuentas fue quien le dio espacio para crecer, se preguntaba por qué no tenía más influencia en escritores españoles; la respuesta parece clara: el ecosistema cultural español no es el más propicio, pero para el resto solo faltaba esperar.
Yo no tengo a Bolaño por el más grande, ni es mi preferido pero sí creo que era un personaje necesario pero que por desgracia no ha liberado el stablishment literario español, que es lo que debería haber sucedido, lo que urgía. Pocas veces más que hoy ha estado tan aburguesada la cumbre de la literatura. Aunque, quién sabe si la ruina y la precariedad que es hoy el sustrato natural de los mejores lectores dan como fruto algún genio -o alguna genialidad- del vitalismo.

«Una débil luz», Saleh Diab

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10

Depuis un mois deux semaines trois jours et demi
vingt-quatre minutes et quatre secondes
je me dessèche sous ton silence
bien placé pour voir les branches
qui quittent leurs arbres sur la grand-place,
au-dessus de l’église
les prières brûlent et partent en fumée
les feuilles qui tournoient ne sont que des étoiles
qui ont perdu leur terre ancestrale
et la lumière qui inonde les maisons et collines
n’est autre que le masque porté le jour par la nuit
et je suis toujours moi
je crois en tes mains
c’est un matin si semblable aux autres
mes larmes tombent
seul mon visage les accueille
© Saleh Diab

Saleh-8

10

Desde hace un mes dos semanas tres días y medio
veinticuatro minutos y cuatro segundos
me amustio bajo tu silencio
bien situado para ver las ramas
que abandonan a sus árboles en la plaza mayor,
por encima de la iglesia
las oraciones arden y parten en humo
las hojas que revolotean no son sino estrellas
que han perdido su tierra ancestral
y la luz que inunda casas y colinas
no es sino la máscara que lleva de día la noche  
y yo sigo siendo yo
creo en tus manos
esta es una mañana tan parecida a las demás
me echo a llorar
solo mi cara quiere esas lágrimas


© trad: María-José Furió / Foto 2: Saleh Diab

Descongelando a Marguerite Duras, en Mercurio

Duras y Seyrig rodaje India SongMarguerite Duras dirigiendo a Delphine Seyrig en India Song

Ya puede leerse en Mercurio mi crónica de la visita a la gran exposición dedicada a Marguerite Duras en el Palau Virreina, en las Ramblas de Barcelona.

A quienes les interese ampliar información acerca de la recepción y la biografía de Duras, recomiendo la biografía que le dedicó Laure Adler, considerada la más acertada. Y, por la repercusión que ha tenido durante décadas en el medio psicoanalítico hasta hoy mismo, el texto que Jacques Lacan le dedicó : Homenaje a Marguerite Duras, del Arrebato de Lol V. Stein. Pinchando en el texto subrayado encontraréis un enlace a la traducción al castellano. Abajo, la portada de El amante, una vez pasada por el cine, con el retrato de una chica más bonita que la Duras… todo muy años 90, es decir muy clean y muy light.
portada amant duras

Interior del Palau de la Virreina

Dos napolitanos y un turinés

El napolitano Francesco Rosi adaptó Cristo si è fermato a Eboli, del turinés Carlo Levi, un clásico instantáneo de 1945, del que ahora llega una requetestupenda traducción de Carlos Manzano para la editorial Pepitas de calabaza. Y mientras le doy vueltas a lo que dijo este y filmó el otro, ameniza el ambiente la voz del napolitano Peppino Gagliardi -también recuperada su actualidad gracias a las bandas sonoras de pelis y series de culto.
Más sobre el tema meridional, aquí