Dicen que a esta mujer, Pilar Rahola, le pagaban 100.000 euros al año por cagar en portada todas las semanas en ese diario que se da el gusto de degradarse día a día, conocido como La Vanguardia –debería llamarse la Reacción o el Retroceso–. Ahora que se la han sacado de encima hay que tragarse sus acusaciones de censura. Para empezar hay que ser miserable para pagarle ese dineral a una mujer que ni sabe escribir mientras a quienes hemos demostrado de sobras solvencia profesional se nos quitan de encima –sin pagar la colaboración, una especialidad del Culturas con los free-lance– por decir por escrito, y con buenas palabras, lo que va a ser moda diez años después: ¿por qué todos esos escritores tan modelnos, tan apoyados por profesores universitarios y editores modelnos y por críticos modelnos, meten tantas putas en sus libros y tan pocos personajes femeninos REALES?
Según las quejas de esta mujer, no se trata de dinero –aunque el diario que antaño trataba bien a sus fotógrafos, incluso era de los mejores en ese sentido, se ha sacado de encima a la vieja guardia, pagándoles los finiquitos pertinentes– sino de que los nuevos hefes –es decir los de Esquerra Republicana, que ahora son el govern— han pedido su cabeza. Claro, cómo no, cuando reescribí sus libros –ella tenía un programa de radio y pergeñó un resumen para publicarlo en Planeta No-Ficción, y como lo que ella escribía no era español sino un engendro de catalán y castellano, había que reescribirlo de la primera a la última página– ella era miembra de ERC. No me ha interesado nunca, así que no sé por qué se marchó con los de Pujol, la derecha catalanish, que entonces no era independentista, pero la cosa es que se reinventó o la reinventaron como intelectual orgánica mediante la publicación de, ahí es nada, la biografía del líder-pelele Artur Mas. Digo pelele porque lo manejaban los ancianos de CiU, que andaban metidos en tantos chanchullos que dejarían a los Soprano en historia de Mari Poppins –quizá sin asesinatos, salvo que el cáncer empiece a ser considerado asesinato «en diferido»– y que llegaron a lamentar sus propios conflictos con el banquillo –de la ley, no del fútbol–, porque a ese paso –el paso que los llevaba uno tras otro a la cárcel– el nen no iba a llegar nunca a President.
Total, que a esta mujer no la han echado por lo mal que escribe, porque con ella el término intelectual –por favor, Kristeva, Touraine, Foucault que estás en los cielos, por favor miren a otro lado– multiplica de tal modo sus significados, implicaciones y connotaciones, que para referirnos a gente seria como Roudinesco, o incluso Chomsky, o Claudio Magris, hay que inventar un término. No la han echado por sus falsos doctorados; no la han echado por celebrar y secundar las falsas acusaciones contra Javier Cercas; no la han echado por salir a cazar nazis y no encontrar más que a unos niñitos en procesión encantadoramente disfrazados de extras de película de Spielberg; no la han despedido por chaquetera, por faltona, por maruja entrometida, por tertuliana insultadora, ni por oportunista, ni por demagoga, ni por insultar a los españoles. La han despedido, dicen, porque no tienen dinero para pagar su caché.
100.000 euros al año. Seguramente a repartir con un equipo de gente que le escribía o reescribía los artículos, que le proporcionaba temas o se los aderezaba.
Si alguien se pregunta a qué se debe su protagonismo la respuesta es que supo sacarle partido al apellido. El viejo Rahola era un señor a la antigua –lo vi en una de sus visitas a la CCRTV, ya mayor, impecablemente vestido, la muy vieja guardia burguesa antifranquista. Como la mayoría de gente que sobresale en Cataluña, el mayor, a menudo el único, mérito que ostenta la Pilar es el apellido.
Le dijeron que era por el dinero que ya no podían pagarle, ella protestó y clamó que era censura. Montó el pollo, muchos periodistas se rieron de su caída en desgracia, ella sigue en la tele catalana, cobrando de nuestros impuestos. Dinero que no subvenciona cultura de verdad ni cultura necesaria.
Son miserables quienes le pagan a esta mujer esas cantidades astronómicas por formar parte del partido en el poder a la vez que degradan, despiden o prescinden sin explicaciones de colaboradores free-lance solventes. Pero también son miserables quienes le han reído las salidas de tono, y los colegas que fingen no ver, y no denuncian públicamente por miedo a represalias, que la Rahola ocupa y ha ocupado el lugar de otras mujeres más preparadas y útiles, catalanas o no.