Muchas muertes silenciosas antes de renunciar

El problema de amenazas con que se encuentra Lucía Etxebarria desde que decidió, valientemente en mi opinión, contestar la campaña por la ley trans que lidera Irene Montero, ministra dentro del gobierno de coalición español, refleja hasta el hastío el momento cultural y político que vivimos en España. Cuando gobierna la izquierda, –o como ahora una coalición de centro izquierda (PSOE) y de socialdemócratas radicales (lo cual puede parecer incongruente de no ser por lo derechizado que está el PSOE) mezclados con otras corrientes de izquierdas (Podemos)–, la derecha enciende el motor de la crispación. La paradoja es que creo que Etxebarria tiene razón al esgrimir el argumento de la ciencia para contestar a esas campaña de la identidad de género como algo «sentido». No cita fuentes, para variar y flaco favor hace así a su posición.

Etxebarria ha entrado al trapo de refutar los argumentos que defienden Irene Montero y diferentes organizaciones por varios motivos, incluidos de carácter ideológico. Hay que reconocerle el valor de haber machacado con el asunto y presentado información contrastada, en lugar de limitarse a oponer opiniones y sentimientos, para sacar la discusión, el debate, del restringido circuito de las minorías interesadas/afectadas por el tema trans.
No puede extrañarle a nadie si digo que esa ley se encuentra entre las últimas de mis preocupaciones. En su momento, siguiendo muy distraidamente la polémica que puso en la picota a la autora de la serie de Harry Potter, me pareció que la persecución buscaba cobrarse piezas relevantes. Pero también es interesante ver y analizar cómo operan los grupos de presión -de la tendencia que sea–. Lo que hoy llaman cultura de la cancelación solo tiene de novedad el nombre y el que sus motores, agentes, usuarios, son colectivos/personas que hasta la fecha habían sido perseguidos, censurados, expulsados de cualquier circuito de poder y de liderazgo.
Muy ingenuo hay que ser para no darse cuenta de que las acusaciones de cancelación suelen venir de quienes han sido siempre canceladores o censores por «derecho natural», es decir por preminencia social o económica, o de sexo.
Lo escribo con cierto hastío y sabiendo que el eco que una determinada contestación al poder tiene depende del renombre de la pieza a batir. En este sentido, la campaña de Etxebarria puede ganar adeptos pero el fin último, y por eso lo alberga una revista, The Objective, financiada por una derecha que no se llama abiertamente ultraderecha por mera estética. El nombre de la revista no debe entenderse como de la familia de la independencia y la objetividad sino de la finalidad y la meta. El objetivo de la revista así llamada es contribuir al triunfo de la derecha ultraliberal: contratar a firmas como la de Lucía y Olmos no tiene que ver con atraer a pensadores o a lectores independientes sino con aprovechar lo borroso de los lindes ideológicos en que ambos se mueven para poder fingirse progresistas mientras trabajan por la vuelta de sistemas reaccionarios.
Un ejemplo de esta ceremonia de la confusión se ofrece de nuevo en el escarpado asunto de las denuncias de abusos sexuales o psicológicos. Ya lo escribo con fastidio y da rabia que a estas alturas del siglo nos encontremos tan retrasados en valentía de la reflexión y tan faltos de conceptos sólidamente establecidos, precisamente avalados por la ciencia, como le gusta a la Etxebarria.
Leí la noticia de la muerte del director de teatro, y profesor en el Institut, Joan Ollé; murió de forma repentina a los 66 años de un infarto al corazón. Pensé que era una prueba más de que el estrés mata, el estrés emocional se entiende. La vergüenza, la humillación, el silenciamiento matan. La ciencia que ahora lo estudia todo también ha estudiado como y en qué medida sube la presión arterial de los subordinados con cada humillación callada, por el mero hecho de deber obedecer órdenes, por ver anulada la autonomía. La mayoría de lectores estarán enterados de que Ollé fue uno de los profesores acusados por varias alumnas y exalumnas del Institut del Teatre de abuso sexual y de abuso de poder; al ser el único que aún ejercía cuando saltaron las acusaciones, fue apartado del cargo y más adelante dimitió la directora del centro -público y se paga con nuestros impuestos–, dándose golpes en el pecho por no «haber sabido» gestionar adecuadamente la situación antes de que se convirtiera en clamor.
Es fácil ver en el infarto de Ollé la expresión de la impotencia a la hora de responder a una situación en que la verdad es más compleja que la acusación resumida en términos acuñados «abuso sexual», «abuso verbal» y «abuso de poder», hoy muy banalizados.
Lo extraño es que nadie responda a las «líneas de defensa» esgrimidas por abogados espontáneos de Ollé y de otras eminencias acusadas de despotismo y de abuso del cargo. Enterrado el director de teatro y profesor contestado, se entierra el problema de base, que sigue ahí. La defensa, como la que publicaba hace poco también en The Objetive el editor Andreu Jaume –quien también defendía a Jordi Llovet en el mismo sentido en otro artículo con fervor digno de mejores causas–, bajo el patético título Las dos muertes de Joan Ollé, se apoyaba en que los grandes artistas son a veces con sus discípulos muy duros, y es lícito que sean groseros, tiránicos y despóticos porque son genios. El axioma se puede presentar al revés: como es grosero, despótico, como insulta a la alumna y la veja y la trata como a puta barata, es más que probable que sea un genio. Como ocupa un cargo de relieve y la otra está ahí para aprender, como hay tal disparidad de fuerzas y de expectativas, por esa misma fuerza de las verdades de superficie quien tiene razón es el profesor. A los alumnos se los tacha de blandengues por derrumbarse y protestar, pero me cuesta ver a Andreu Jaume, y a tantos como él que han ocupado muy jóvenes posiciones relevantes, aprendiendo a base de insultos y de vejámenes. Más bien es una mala suerte reservada a otros, a gente que consideran una amenaza a su posición y/o privilegios.
No entiendo por qué no se observa la situación desde el otro lado, desde el de todas las mujeres que renunciaron a cursos, a trabajos, a colaboraciones, a profesionalizarse en su vocación, porque no soportaban pagar el precio, fuese la vejación verbal o sexual. Porque a ese precio no merecía la pena continuar. Porque la amenaza de verse desprestigiadas profesionalmene era muy cierta. Estoy convencida de lo que digo y de tener razón porque formo parte de ese grupo.
Una de los argumentos para redignificar al acusado es politizar el caso. No se trataría entonces de alguien al que ha alcanzado el tiempo del me too, sino de alguien puesto en la picota por poderes más importantes que un grupo de niñatas -que acusan al docente de dureza o acoso para esconder su falta de talento–: en este caso las corrientes independentistas que gobiernan Cataluña y tienen colocados, o pendientes de colocar, a sus huestes en los diferentes organismos culturales, económicos, de educación, etc.
Dicen que el nuevo poder indepe se ha cargado a personas contrarias al procés utilizando las acusaciones ligadas a las corrientes feministas y por ser verdad esta afirmación –es una realidad constatable que a menudo aprovecha a candidatos del sector indepe la vacante que deja el expulsado–, parece que ha de negarse la acusación de abuso de poder y otros delitos. Hay que reformularlo de otra manera: hay más casos de abusos de poder que quedan tapados e impunes y no se denuncian porque no hay poder político u otro poder consistente al que su denuncia y juicio le reporte ventaja.


© Fusilamiento de Torrijos en las playas de Málaga de Antonio Gisbert Pérez, Museo del Prado

Brava

gloria-steinem-my-life-on-the-roadMe encantó este libro y me encantó su falta de ego, que es lo que hace de ella una excelente periodista, considerando la cantidad de atención que recibió desde muy pronto en su carrera. Me alegra que la hayan traído a España. Estaba traducida a los principales idiomas antes de que nos llegara vía televisión la «fiebre Gloria». Las páginas que dedica a su padre y al periodo de la Gran Depresión son imprescindibles y aportan un prisma inesperado desde el cual considerar su figura y su trayectoria.

Mi propuesta para próximas ediciones del premio cantábrico: las psicoanalistas y brillantes escritoras francesas Julia Kristeva y Élisabeth Roudinesco. Las dos han sido bien traducidas y son precursoras de Siri Husvedt. Por cierto que Pouvoirs de l’horreur. Essais sur l’abjection, de Kristeva –que no sé si está traducido al español–, vendría al pelo para observar y analizar los últimos acontecimientos, publicación de escandalosos o desconcertantes diarios íntimos y revelación de pseudónimos femeniles incluidos.

«Duelo siempre latente», El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza

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Ya puede leerse en la revista Mercurio la reseña dedicada al último libro de la escritora Cristina Rivera Garza, El invencible verano de Liliana. Su dispositivo narrativo recuerda a Jane, A Murder, de Maggie Nelson, un relato construido mediante poesías y extractos del diario de Jane y de las investigaciones del crimen. El libro no está traducido al español a día de hoy, que yo sepa.

El libro es, por supuesto, interesante y colma un vacío de testimonios directos en México, pero también dice mucho, y nada bueno, sobre el mundo de las grandes corporaciones editoriales españolas y sus estrategias comerciales, pues pocos ignoran que el tema de la violencia doméstica, de los abusos sexuales y, sobre todo la extensa bibliografía seria sobre el asunto considerado desde diferentes vertientes y disciplinas (política, sociología, psicología y psicoanálisis, jurídico) no nació con el movimiento americano MeToo.

Rivera Garza trabaja el texto de modo que resulte un concentrado de evidencias y transmita las diversas emociones que atraviesan las víctimas colaterales del crimen: familia, amigos cercanos. No deja duda sobre su intención –homenaje y denuncia– mientras Nelson  opta por combinar los planos narrativos generados por los diferentes géneros –cartas, diarios, declaraciones de sus allegados, notas de prensa, reflexiones de la propia autora– con el propósito de desactivar el morbo ligado a toda historia de crimen, y específicamente del crimen de una mujer joven. Su relato resulta vago, evocador y fantasmal como la presencia de la asesinada, e irresuelto, pese a haberse dado con el criminal. Esa vaguedad, esa irresolución reflejaba de forma intuitiva las dudas sobre la identidad del auténtico criminal, dudas que se confirmaron cuando los avances técnicos en análisis de pruebas, incluido el adn, permitieron identificar al asesino. Nelson recogió esta experiencia en otro libro, The Red Parts.

En cierto modo, puede decirse que ambos libros muestran una manera femenina de aproximarse a este tipo de crímenes que tienen a las mujeres como víctimas «naturales»: combinando diferentes planos y secuencias, apoyándose en diferentes géneros sin jerarquizarlos según su mayor o menor raigambre intelectual, acercándose al hecho mediante rodeos hasta alcanzar el núcleo duro del tema, y postulando una reflexión sobre el imaginario de cada época en torno a la libertad de la mujer y sus ambiciones de emancipación.

También es digno de subrayarse el modo como, desde las universidades y desde púlpitos legitimadores como revistas y diarios de gran circulación, las «expertas» españolas en feminismos y literatura de mujer se han apoderado de un tema que llevaban 25 años desdeñando.

Jane and Maggie retratos

In «Jane: A Murder,» poet Maggie Nelson (right) explains her rationale for writing a true-crime book about the 1969 killing of her aunt (left) that doesn’t focus on the killer: «It is Jane’s murder / that interests me. / His crimes do not».


Duelo siempre latente

«Fue a partir de 2007 cuando el público lector español captó el gran interés de la obra de Cristina Rivera Garza (Matamoros, México, 1964), con la publicación de La muerte me da, una novela donde la hibridación de géneros y la indagación en la potencia expresiva del lenguaje resultaba en una historia que conjugaba audazmente el relato policial con el vanguardismo literario.»

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¿Indulto? ¡Sí!

Juana Rivas - juicio en Granada

¿Indulto? ¡Sí! ¡Indulto para JUANA RIVAS!

Hoy entra en la cárcel para cumplir dos años y medio Juana Rivas. La retención de los niños no era la mejor idea, pero ha atraído la atención sobre su caso y sobre cómo aborda cada país el problema de los malos tratos en familia.
Se está discutiendo si unos políticos (?) que han malversado la realidad –y los caudales públicos– durante más de treinta años deben ser indultados y nos olvidamos de Juana Rivas, que puede chuparse dos años de internamiento por haber perdido la cabeza durante un mes.

Pasadas las 10:00 horas, Juana Rivas ha accedido al centro, emitiendo poco después un comunicado en que ha reconocido que «son momentos muy difíciles», y que considera la decisión «muy injusta».

El letrado ya avanzó que esta vecina de Maracena (Granada) no iba a «eludir» el ingreso en la cárcel decretado por el Juzgado de lo Penal 1, aunque volvió acusar a este órgano de no «atender ninguno de los argumentos» que le ha trasladado como parte, entre otros los recursos de reforma y apelación que ha presentado contra su encarcelamiento.

«Por supuesto, utilizaremos todas las vías legales para que esta situación dure el menor tiempo posible, especialmente la estimación de nuestro recurso» contra el auto de 27 de mayo de 2021 en que el Juzgado de lo Penal número 1 de Granada acordaba el arresto y entrada en prisión de Rivas, así como «par la clasificación en tercer grado penitenciario y la concesión del indulto total», ha indicado, por su parte, en un comunicado el despacho de abogados Aránguez, que la representa.

Rivas, que también ha solicitado el indulto al Gobierno, está condenada en firme por haber permanecido en el verano de 2017 un mes en paradero desconocido junto a sus dos hijos para no entregarlos al padre, el italiano Francesco Arcuri, quien en 2009 fue condenado por lesionarla y al que ella volvió a denunciar por maltrato en 2016.  (De El Español, 11 junio 2021)

La voluble naturaleza de la culpa. A propósito de «El consentimiento» de V. Springora, en Registros culturales

El psicólogo Pierre Lassus (1945), psicoterapeuta y administrador del Institut de victimologie (Instituto de Victimología), especialista en el maltrato a los niños, tenía mucho que decir sobre las actividades pedófilas de Matzneff… y por decirlo fue blacklisté (incluido en una lista negra). De eso y de mucho más en relación al escándalo que desató en Francia la publicación de Le consentement, de la hoy editora Vanessa Springora, hablo en el artículo –más periodístico que de opinión, aunque esta no falta– que publica el segundo número de la nueva revista Registros culturales, dirigida por Pablo Miravet… y otros valiosos colegas.

Flavia Flament-David Hamilton

Flavie Flament, hoy periodista, denunció en La consolation haber sido violada a los 13 años por un célebre fotógrafo británico.

Defíneme «oportunismo», Nicole

–¿Y dices que la novela considerada como la «mejor del año» 2020, Un amor, de Sara Mesa, va de violencia y machismo? ¿Y que la última de Marta Sanz lleva una violación bastante fuerte y que acaba como el rosario de la aurora? ¿Y que Paula Izquierdo ganó no hace mucho un premio con una novela donde la protagonista sufría una violación múltiple… estando la víctima inconsciente? ¿Y que Laura Freixas recién descubre que la violencia de género tiene «carácter sistémico»? ¿Y que todas ellas llevan por lo menos 20 años publicando? ¿Que la novela-española-con-violación es el equivalente a la Gran Novela Americana? ¿Lo dices en serio?
–Como lo oyes.

Fucking hell, Tom! ¡No me digas que vuelve el tremendismo!
–Eso me temo. Los síntomas no engañan.
Holy crap! Que Kubrick nos proteja.

El feminismo explicado a los (muy) idiotas…

Todavía hay idiotas que confunden la paridad con el feminismo. En este video, una de las pioneras del feminismo en el siglo XX, Angela Davis, explica la confusión actual, que permite que se llame feminismo a lo que es solo ventajismo femenino burgués. La lucha, en las barricadas incluso, por derechos fundamentales terminan beneficiando a esas mujeres colocadas en puestos de relieve por sus padres, maridos, por el dinero de la familia que funciona de aval, y que no hacen sino retrasar una auténtica igualdad de derechos y de oportunidades.

Esta conferencia, por cierto, tuvo lugar en lo que llamo el Palacio de las Revoluciones Fracasadas, vale decir el CCCB de Barcelona, el lugar donde los pijos de la burguesía catalana encuentran fácil acomodo y excelentes sueldos por hacer muy poco.
Abajo, un debate de 1973 entre líderes negros, donde se habla de Watergate, del sistema capitalista, de cuando el comunismo parecía una alternativa, y de la obsolescencia programada, así de cómo se llama estado del bienestar al disfrute de los logros del capitalismo por parte de las clases medias y acomodadas y de subsidios cuando se trata de la compensación recibida por las minorías negras y clases pobres… que también pagan impuestos.

«Una mujer desnuda», de Lola Beccaria, la larga huida de la realidad de la nueva narrativa española… en El Rinconete

Con este artículo termina mi colaboración con El Rinconete. Me apetece leer a autores extranjeros y continuar con otros temas que he tenido aparcados y también estoy obligada a aumentar mi solvencia económica [¿y quién no hoy en día?]
Quería subrayar que es de agradecer la libertad y confianza que el Instituto Cervantes –y dentro de él las responsables de El  Rinconete y [en su momento] El Trujamán– da a sus colaboradores para abordar diferentes temas relacionados con las culturas hispánicas. Trabajar sin censura y sin preocuparse de que el crítico estrella del periódico o revista donde colaboras te arrebate el libro del que ya tenías escrita la reseña, o el reportaje que llevabas haciendo varios años, como me ocurrió en el Culturas de La Vanguardia, ensancha el territorio de lo posible y da aire a los pulmones.

LOLITAS Y CARNÍVOROS

Una mujer desnuda, novela de la escritora Lola Beccaria (Ferrol, 1963) —doctora en Filología Hispánica, editora en 1996 de una obra perdida de Lope de Vega, El otomano famoso, autora también de La luna en Jorge (2001) y coguionista de Fausto 5.0 con la compañía La Fura dels Baus—, se publicó en 2004 en una editorial literaria y fue recibida por la crítica establecida con cálidos elogios.

▬No, Damián no era un pederasta. Era un ángel disfrazado de ser humano. Y ahora, de nuevo, venía en mi ayuda. […] Me había escamoteado la verdad, me había negado a mí misma. […] Había pisoteado una y mil veces a aquella niña que yo fui para convencerme a mí misma de que podía llevar una vida normal, como los otros. (p. 192)

Se advertía de antemano al lector que abordaba, con escenas eróticas muy explícitas, el espinoso tema de las relaciones sexuales entre una niña de siete-ocho años y un adulto de treinta y cinco —un médico, amigo de la acomodada familia de la cría— y de las que esa misma niña, ya adolescente, mantuvo con el padre de una compañera de colegio. También se informó de que Una mujer desnuda iba destinada en principio a la colección erótica La sonrisa vertical, que dirigía J. L. García Berlanga y publicaba la editorial Tusquets, colección que para las fechas de publicación dejó de existir.

El relato comprime en una larga noche la confesión de una mujer de cuarenta años, Martina Iranco, abogada y nada menos que ministra del Interior, impulsada por la noticia de que un prestigioso defensor de chavales explotados, Damián, su iniciador en el conocimiento de su auténtico ser, naturalmente a través del sexo, está acusado de pedofilia.

A la altura de 2004, a cuatro años de que en España estallaran las burbujas más visibles, la económica y la inmobiliaria, la publicación y la recepción de esta novela entraban de lleno en la autoindulgente consideración de la política editorial española establecida desde los años noventa: se buscaba una comercialidad sin ambages con el revestimiento de un estilo hecho de oficio y desparpajada aceptación del sistema; producciones literarias que la crítica de los grandes diarios leía y reseñaba sin mayores aspavientos, sin ahondar nunca en las contradicciones que definen a este tipo de novelas, a menudo obra de mujeres a finales de la treintena: la asimilación de corrientes que no pueden considerarse estrictamente literarias, tampoco de pensamiento, surgidas con la llamada «nueva narrativa», también tachada de light.

Si la literatura erótica tiene sus claves, sus clichés, y cuenta con que el lector los conozca —nadie espera que en un relato pornográfico los protagonistas expresen sentimientos profundos, se enamoren sinceramente (sea lo que sea lo que tal sintagma signifique), se casen en presencia de su familia y sean eternamente felices—, la novela de Beccaria utiliza tales claves y clichés en la parte de los escarceos eróticos de la protagonista y narradora —no solo de niña, también de adulta con sus guardas de seguridad y el plantel de maduros bien situados que puntuaron su escalada al poder— mientras por otro lado juega la carta literaria: la de las reflexiones de corte progresista, el autoanálisis y la interpretación de los orígenes de la conducta sexual, los traumas e inhibiciones según la más estereotipada tópica psicoanalítica.

Su lectura sugiere que los beneficiarios de las ventajas de la eclosión económica de la Transición, desde los años ochenta hasta la crisis del 92, habían asimilado que la realidad construida durante estos años de bonanza económica —periodo marcado, como recordará el lector, por el derrumbe del bloque soviético y la instauración del llamado pensamiento único— era «la realidad» y solo podían existir y ubicar sus argumentos en ese contexto políticamente estable donde no cabían ya grandes ni sustanciales transformaciones.

No puede sorprender que, en semejante marco de pensamiento sólido por único, al que paradójicamente un filósofo caracterizó por sus «relaciones líquidas», una novela erótica con la ambición fundamental de entretener y de excitar, con el añadido de un revestimiento ligero de crítica a la hipocresía general —qué hay más ligero que una crítica general— y a la represión sexual normativa, fuese leída y acogida positivamente, por una mayoría —como es corriente— de críticos varones, y presentada en determinadas publicaciones por colegas féminas de la autora cuya trayectoria estaba asociada a la precocidad literaria y al prestigio de la poesía y de la narrativa poética. Ni que se advirtiera que abordaba un tema tabú, como es la relación sexual con niñas realmente pequeñas, en un momento económico y cultural de holgura y autosatisfacción, cuando parecía que precisamente el único tabú pendiente de derribar en público, entre los sectores cultivados, era el de las relaciones consentidas con menores.

También es propio de la década, de esa corriente literaria española, que la mujer ofrezca su versión del tópico bien arraigado de Lolita —la púber protagonista de la célebre novela de Vladimir Nabokov—. Lo realmente paradójico es que en la novela de Beccaria la mujer toma la palabra para certificar el deseo fantasmático del varón. Por supuesto, no es este rinconete —ni ningún rincón en varios kilómetros a la redonda— el lugar donde se tramitan certificados de feminismo. Sí el lugar donde llamar la atención sobre cómo las fantasías de la protagonista se acomodan a las de radical sumisión en todas sus edades, desde criatura hasta mujer adulta en su cómico disfraz de ministra del… Interior.

Lo llamativo de la peripecia es que, si dejamos de lado los escarceos eróticos, no termina de quedar claro el mensaje político o moral que parece ser el detonante del relato y que desde la perspectiva de los quince años transcurridos desde la publicación de la novela, a la luz de la sacudida que ha supuesto la profunda crisis económica vivida en España y en los países del sur de Europa, resulta una confusa papilla de reivindicaciones en pro del despiporre sexual o del apoyo y rescate de los niños explotados… en países infradesarrollados.

Sí queda claro que desnudez es un concepto muy relativo; que, en una confesión que declara ser a tumba abierta, nunca caen todas las máscaras pues hasta la confesión más (se supone) escandalosamente reveladora sobre todo revela el contexto moral del momento. Y, en este sentido, Una mujer desnuda es una excelente instantánea de la autoindulgencia y autocomplacencia cultural que imperaban en la literatura española antes de la crisis del 2008.

Mª José Furió & El Rinconete – Instituto Cervantes

La mejor… Claire Bretécher

Cuando la gente habla de feminismo hoy, como si hubiesen inventado el fenómeno, olvidan todo lo que ya existió en los años 70, incluida la ironía inteligente sobre los tiempos modernos. Ser adolescente en los años 70 era fantástico porque triunfaba gente talentosa, irreverente y sensacional, como la dibujante Claire Bretécher, que acaba de morir… a los 79 años. Grandes modelos para una adolescencia inquieta. Snif…

Se reía de las parejas modernas, de los problemas de las chicas, de lo que hoy llamamos «bo-bos» —bohemian-bourgeois

El video muestra un recorte de una entrevista en el apogeo de su primera fama. El periodista delata en su voz que se le cae la baba con ella. Mi francés adelantó mucho al leer los cómics que le publicaban revistas como Le Nouvel observateur –que viejos amigos de mi madre coleccionaban, sobre todo cuando traían extensos reportajes dedicados al Mayo del 68 y a los sucesivos momentos álgidos de la política francesa, y me dejaban leer en los agostos de retorno a Valencia.

 

Cuando ciertos hombres hablan de abusos sexuales contra menores…

…y de relaciones, más o menos consentidas, entre adultos y menores.

Desde que la moda del feminismo ha saltado a la prensa, no dejo de preguntarme qué se debe sentir cuando uno –o una– se da cuenta de que perdió la ocasión de ir veinte años por delante de sus contemporáneos.

Leí el último ensayo de la psicóloga francesa especialista en superdotación y altas capacidades, Monique de Kermadec, La femme surdouée, un ensayo que creo debería traducirse al español, donde falta bibliografía sobre el tema. El planteamiento aquí se enfoca específicamente en la mujer, y naturalmente en definir qué rasgos pueden ser de naturaleza femenina, después de haber tratado previamente el tema que suele interesar más a los lectores, el de los niños superdotados, por los problemas que surgen durante el periodo escolar.

Kermadec, ella misma detectada como superdotada, ha preferido hacer una descripción sin profundizar mucho en los diferentes aspectos y problemas y fricciones que surgen entre la mujer –aquí, sobre todo joven y adulta– y la realidad. Este tipo de inteligencia no siempre es lógica y analítica por lo que también es fácil confundirla –si no se obtienen los logros sociales que se presupone ha de alcanzar en cada etapa de la vida– con escasa inteligencia. El rasgo más citado –sobre todo por los llamados «zèbres» en Francia– es la hipersensibilidad, a menudo combinada con la hipersensorialidad, lo cual convierte en una caja de resonancia especialmente aguda, que puede ser insoportable para el entorno.
Kermadec también ha aparcado el lado oscuro, el elemento perverso por decirlo llanamente, que pueden presentar ciertas personas con superdotación, altas capacidades o talentos –tres nociones diferentes– y parece que haya preferido ganarse a las lectoras detallando problemas recurrentes, como la sensación de ser diferente, de no encajar, la facilidad para saber algo sin acertar a explicar muy bien cómo se llega a ese saber –intuición fulgurante como rasgo que identifica a este perfil–. Sí se detiene en la relación entre anorexia, adicciones varias, depresión, autosabotaje, la necesidad de dotar de un objetivo a la propia vida, el rechazo de las jerarquías establecidas –dedicando epígrafes o capítulos enteros a cada aspecto– y las altas capacidades. Evidentemente, todo el valor que tiene su trabajo reside ahí, en el diagnóstico de aquello que escapa del promedio y las herramientas para resolver el conflicto. Es un libro que puede quedar como un título básico de referencia porque ha preferido mantenerse justamente en la base del asunto para describir prismas de las personalidades superdotadas/talentos/altas capacidades, dejando que la bibliografía actúe de invitación a profundizar en el tema.

El libro es interesante tanto por las ideas que Monique de Kermadec deriva de su práctica clínica como por las citas de especialistas, muy variados y actuales, es decir por su carácter no dogmático. Como creo que el siglo XXI es, a partir de la revolución de las nuevas tecnologías –y su funcionamiento arborescente–, el terreno más fértil para las altas inteligencias, al sistema educativo español le convendría centrarse en capacitar de una vez a profesores especialistas en estos perfiles, en lugar de mezclar a críos y adolescentes por su edad y juntarlos o separarlo según los apellidos sin prestar atención a esos rasgos psicológicos que a la corta o a la larga pueden provocar problemas de integración. Como los superdotados nacen en todas las clases sociales, si escurren el bulto y no cubren esta necesidad sencillamente se estará dejando que sea la capacidad económica de la familia o la buena suerte de la personas afectada la que determine el destino.

En España parece que se tiende cada vez más a la uniformización, a chafar las identidades que no respondan al cliché de moda, se ofrecen libros con ideas baratas clonadas del buen rollismo a lo Punset, así que este libro puede ser el principio de un antídoto para no caer en la completa indignidad mental.