En las próximas semanas ya estará en librerías mi versión de los Pastiches de Proust, con notas. Cada pastiche va seguido de un artículo que presenta al autor imitado y aspectos de su obra, del periodo histórico, del punto de vista de Proust, que deben ayudar a comprender cabalmente el pastiche. Ha sido el parto de los montes desde que me propuse traducirlos hasta su publicación, pero estaba empeñada en no renunciar, tanto más después de la frustración del plagio. Los pastiches pasan por ser una obra menor dentro del conjunto proustiano y sin duda es así, pero también es un compendio de su conocimiento crítico de la literatura francesa.
En JotDown se ha publicado la presentación, y se puede encargar el ejemplar correspondiente. 😉
«La noticia de que era factible fabricar diamantes requería una comprobación, que Lemoine ofreció en París, en una actuación digna de un mago de feria. Convencidos con cuatro pases de manos, un buena humareda y la aparición de diamantes «perfectos», los representantes de las minas comprendieron que era imprescindible evitar la difusión de la noticia, pues tendría efectos inmediatos sobre la cotización de las acciones, un movimiento que precisamente quería aprovechar Lemoine para comprar al precio más bajo antes de anunciar que sus experimentos no daban los resultados previstos, de tal modo que las acciones recuperarían su valor y él obtendría una hermosa ganancia. Los hombres de la De Beers ofrecieron diez mil libras a cambio de la fórmula de fabricación de diamantes, cantidad que Lemoine tuvo que aceptar al no haber encontrado quien le prestara el dinero para comprar las acciones con las que planeaba especular. Incapaz de renunciar a sus trucos de mago, reclamó que la fórmula permaneciese secreta y protegida en un banco, exigencia que la De Beers aceptó. Luego, el pícaro pidió una elevadísima cantidad de dinero para comprar el terreno donde proyectaba levantar la fábrica de la que supuestamente saldrían los más bellos diamantes artificiales, envió imágenes del lugar a sus financieros, que solo al cabo de cierto tiempo empezaron a oler el fraude. El tema de la visita a la fábrica donde Lemoine debería demostrar, esta vez ante los representantes de la ley, la fabricación de diamantes está desarrollado con suma gracia en el pastiche de Renan. Cuando los extranjeros comprobaron que los datos de la ubicación de la propiedad enviados por Lemoine eran falsos y que el terreno y la construcción se hallaban en un lugar distinto no solo se sintieron engañados, sino que se supieron engañados. Denunciaron a Lemoine en París, la estafa se hizo pública, estalló el escándalo, y llevado ante los tribunales, en 1909 el falsificador fue condenado a seis años de cárcel. Sin embargo, De Beers no recuperó el dinero entregado a cuenta del negocio, ya que el oportuno divorcio del truhán dejó la fortuna en manos de su exesposa, que supo desaparecer sin dejar huella. En cuanto a Lemoine, su comportamiento modélico abrevió mucho su estancia en presidio. Su rastro se pierde desde que recobra la libertad, aunque corrían rumores de que con su esposa encontró refugio en América del Sur.»
En el tribunal: Lemoine a la izquierda y Julius Werhner, a la derecha, representante de los ricos inversores de la De Beers (foto: loucroup65.fr)