Vincent Lindon: ¿cómo hemos podido llegar a esto?

Vincent Lindon publicaba hace dos días este video de reflexión sobre la crisis sanitaria que estamos sufriendo que ha atraído ya más de tres millones de visitas. Una crítica dura y merecida al proyecto de Macron de convertir Francia, la belle France, en una start-up nation –sin complejos, en inglés–; repasa los diferentes episodios que han definido estos tres años de mandato y la gestión de la crisis hasta el «desconfinamiento». Al final, ofrece alternativas porque cree, como creemos muchos, que NO SE PUEDE VOLVER A LA «NORMALIDAD» PREVIA A LA PANDEMIA, ese viaje veloz rumbo a la nada que nos ha llevado hasta aquí, es decir, a movernos con mascarillas por la calle, a encerrarnos en casa, a ver nuestro trabajo de nuevo en el aire, y a vivir la angustia de tener a criminales en el poder como los que afirman que pasan a Fase 1 y lo tienen todo «diseñado» por si hay un repunte de contagios.

En Francia, Lindon es no solo respetado sino muy querido, especialmente por sus últimos papeles en los que él, hijo de la burguesía industrial y cultural –sobrino de Jerôme Lindon, editor de las progresistas y muy engagées Éditions de Minuit–, conocido en España por sus amores con Carolina de Mónaco, ha encarnado la figura del francés medio de edad madura al que la tuneladora del capitalismo ultraliberal se lleva por delante mientras él batalla a la desesperada por mantener su dignidad.

Sin embargo, en una carrera tan extensa como es la suya caben títulos y géneros muy diversos. Y así os recomiendo un trhiller oscurísimo –incluso literalmente, con una fotogrrafía que juega con las penumbras, ambientes nocturnos, a ratos sórdidos como el argumento y el retrato que hace de las relaciones–, de Claire Denis, Les salauds –Los canallas, en español–, donde comparte pantalla con Chiara Mastroianni, un cásting muy acertado que incluye a Lola Créton, la joven protagonista del debut de Mia Hansen-Løve, Un amour de jeunesse, [película que sirvió de inspiración, bastante descarada, de Julia Ist, producción de la pija escuela de cine catalana, escac, que al parecer necesitó el concurso de cuatro guionistas para tan tedioso resultado].

¿Gobierno de izquierda? ¿Sororidad? ¡No me hagas reír!

iglesias investidura noNo es solo una cuestión de agallas sino de lucidez

Desde el momento en que la cantidad de dinero que uno/una ingresa se convierte en la obsesión que devora el día y el estado de ánimo, el resto de aspectos de la vida  quedan desdibujados y la impresión que causan esos aspectos desvanecidos está condicionada por el GRAN problema. Alguien dijo que la realidad es aquello que no podemos hacer que desaparezca y que sigue ahí cuando abrimos los ojos. La realidad es, entonces, el fracaso de una izquierda genuina en España.

A la pregunta de quién es el culpable del fracaso de la llamada «negociación» entre PSOE y Podemos solo hay una respuesta: los dos. Pero ¿qué se puede decir que traspase la mediocridad de las reflexiones y nos lance hacia un futuro de verdad prometedor? De un lado tenemos a Sánchez, que ha hecho durante unos meses como presidente en minoría una política más progresista que la del ultramontano Rajoy. ¡Lo tenía fácil! Con esos logros ha mejorado sus resultados electorales. Pero el siguiente paso era el de siempre con los pseudo-socialistas del PSOE: una política de centro izquierda. Liberal en economía y progresista en «costumbres». Es decir, no cambia nada estructuralmente, pero los más pobres, los que quedan descolgados del sistema, optan a una cobertura asistencial más cómoda que la que no ofrecen los derechistas.

Entonces, Podemos, o mejor dicho Iglesias y sus cabezas-pensante, deciden que a cambio de brindarle a Sánchez el apoyo de sus pocos escaños lo justo, equitativo y sensato es nada menos que exigir ostentar la cartera de los principales ministerios del futuro gobierno. Por su parte, el PSOE ofrece cuatro puestecillos de bajo rango. Y unos y otros se extrañan de que el «interlocutor privilegiado» no acepte la oferta. Los argumentos de fondo: que si al ibex no les gusta podemos, que si esto y lo de más allá mientras las formaciones y partidos de derecha están creciendo a ojos vista… con el dinero de quién. Da igual porque es el dinero el que alimenta la máquina trituradora de futuro.

No voy a repetir lo que se ha visto en todas partes, incluido el juego de los periódicos para poner contra las cuerdas a Podemos y a sus diferentes apoyos (la campaña anti Colau también es reveladora mientras en Barcelona la gente anda con cuchillos, machetes, navajas, pistolas y si ni con esas a puños. Por cierto que la seguridad depende de la Generalitat, que está en manos de los independentistas, lo cuales boicotean a Barcelona privándola de medios para evitar que la ciudad se convierta en una Marsella de los años sesenta en el siglo XXI). Tampoco voy a comentar las ¡críticas! de la Rahola a los «indepes», como si ella no hubiese estado jugando durante los últimos años a separatista, antiespañola, etc.

No sé si es que lo hacen adrede o el bajo nivel de reflexión y de elaboración verbal –sí, Rivera hablando de «banda»– es también el mal del periodismo, que no sabe ofrecer una perspectiva independiente, la que, en cambio, sí se ve en publicaciones equivalentes en sesgo político: Le Monde y el NewYorkTimes (el original, claro) incluyen artículos sobre política nacional con análisis y datos que no son un insulto a la inteligencia de sus lectores. 

El problema de unos y otros, en esta pseudo-nueva izquierda –incluido el PSOE de Sánchez– a la hora de plantear programas «serios», es decir factibles y que no signifiquen en la práctica irse a la derecha por miedo a la ultraderecha, es que carecen de una experiencia de vida que sustente una moral en acto, una ética, que sea para los electores un valor de referencia, que funcionara de código para descrifrar las formulaciones esótericas de los programas que se presentan para ganar escaños.

Si los que acudieron a las concentraciones del 15-M hubiesen visto por una grieta que atravesara las capas del tiempo a los líderes de aquellas protestas hoy con su chalet, sus criaturas, sus exigencias maximalistas y suicidas, ¿qué decisiones habrían tomado?

Dentro de este contexto de frustración y de bajeza de miras, encajan las declaraciones de nuestras supuestas intelectuales de referencia protestando por la nula visibilidad de las mujeres en esos escenarios adonde precisamente se acude para dejarse ver, ferias, congresos, etc. Algunas llegan a refutar que el criterio de calidad sea determinante para elegir a los invitados a esos actos. Si el mérito ni la calidad del trabajo no cuentan ahora ni va a ser en un futuro inmediato  el criterio para seleccionar a los participantes en congresos, ferias y demás, ¿qué cambia? ¿Por qué las que critican el nivel de calidad como rasero para establecer la jerarquía no explican cuál ha de ser el criterio que justifique su visibilidad y los premios que ansían recibir?

No creo en la sororidad, podía ofrecer una lista interminable de ejemplos en que las mujeres han actuado de manera injusta contra otras mujeres –contra mí la lista es larguísima– al sentir amenazada su primacía por otras mujeres más válidas y valiosas que ellas, a ojos de cualquiera (si no de todos, ni siquiera de la mayoría) con unas gotas de decencia en su hacer.

(seguirá… pronto o tarde)