Cada día es del ladrón: Padura vuelve por sus fueros

Habana en ruinas Cubanet

El título de una crónica -excelente  y de lectura recomendable– de Teju Cole me sirve para titular mi asco y frustración al ver cómo se agasaja a Padura en el diario El País (y pronto en el resto de publicaciones). No recordaba yo la respuesta que le di a la directora de una publicación extranjera que me confirmaba el interés en publicar un artículo sobre el novelón de 2020; me la refrescó a principios de verano con su mensaje de «fuera de la oficina» (dichosa ella: yo llevo 18 años sin poder pagarme vacaciones y las últimas fueron justamente a Cuba para documentarme de cara a esa novela que tanto beneficio les ha reportado al santo de Tabernes y al cubano falsario.)
A mi propuesta de reseña, la académica respondía amabilísima con una contrapropuesta para enviar un artículo más largo en el que cabía una mayor libertad de enfoques y contenidos. Obsérvese que se trata de colaboraciones académicas y por lo tanto gratuitas: hasta ese extremo llegaba mi interés por la realidad cubana y su plasmación literaria. Por desgracia, para cuando llegó su mensaje yo tenía ya indicios de sobras del plagio, de modo que respondí tan agriamente como puede leerse a continuación:

«Gracias por su correo y por la propuesta. Lamentablemente, la nueva novela de Padura me ha parecido muy mala, concebida para un gran público al que se le sustrae la problemática de la diáspora y de los conflictos creíbles de las personas que deciden quedarse. Se hace muy evidente que los nuevos propietarios de la editorial, Planeta, que mantiene el nombre pero no los objetivos de la original Tusquets, tratan de conseguir un éxito del calibre de Patria, de Aramburu.

Dudo que una publicación como XXXX esté dispuesta a publicar un artículo no solo negativo sino además duro con la falta de honestidad que demuestra Padura en esta novela.

Sus 600 páginas se hacen insoportables, especialmente para aquellos lectores que conserven su sentido crítico y hayan leído algo de los escritores que sufrieron las represalias del castrismo y han demostrado desde su exilio la calidad que no se les permitió dar a conocer en su país.

Propuse con mucha esperanza la reseña de esta novela, pero no podía imaginar que un escritor que ha alcanzado la visibilidad que hoy tiene Padura fuese capaz de entregar un texto semejante.

Vale decir que no soy la única que ha expresado su decepción ante Como polvo en el viento; que sea candidato al Nobel no me extraña considerando los escándalos que rodean la concesión de este premio.

Creo que sería una pérdida de tiempo para todos dar publicidad a esta novela.
Un atento saludo,


Foto: calle de La Habana en ruinas con hotel de lujo al fondo. De Cubanet.
Aprovecho para comentar que la crónica de Cole ofrece una perspectiva original porque le da la vuelta a la imagen del negro victimista y a los tópicos que acostumbran a transmitir sobre los afroamericanos o afroeuropeos en cualquier género que se nos ocurra. De origen nigeriano y madre alemana, podría decirse que es, como Rimbaud, un «falso negro». Al margen del argumento de base –su decepción al regresar a su ciudad/país de origen aquí, por la corrupción y corruptelas; sus paseos por Nueva York, donde trabaja como psiquiatra, en Ciudad abierta–, destaca la crítica que hace a las inercias de sus «hermanos» de raza. Es un explorador a la manera de Kapuscinski, pero de Nueva York o de ciudades europeas, al que su piel negra le sirve de camuflaje y su apabullante cultura de afilada arma de análisis. Es también un pequeño burgués que observa con no siempre disimulado desdén los deslices y autoindulgencias ajenas y de qué modo el racismo está incrustado como una guerra de posiciones. Es decir que le da la vuelta a la afirmación con que Padura se descarga: el cubano viene a decir que solo quien no pasa dificultades puede permitirse el lujo de ser honrado. Si eso fuese cierto, yo tendría que estar asaltando cajeros y estafando a Hacienda y aquí estoy anotando concienzudamente hasta el último céntimo que tengo pendiente de pagar. Tengo comprobado que quien más roba es el que está más seguro de su impunidad. Volveremos sobre el asunto…

El plagio, los plagios, la ruina

Elplagio-pepitas de calabaza editorial

Por desgracia, mucha gente cree que el plagio de una obra no estrenada, de un texto inédito, es un simple contratiempo en la vida de un escritor. Para contradecir ese error y desmentir a quienes creen que basta con seguir intentándolo, que basta con denunciar y esperar a que la justicia te de la razón, recomiendo empezar leyendo la sobrecogedora reseña que publicaba este fin de semana Mercurio a propósito de una crónica titulada justamente así: El plagio, de Daniel Jiménez.
El plagio tiene un coste económico para la víctima, sobre todo cuando hay razones para creer que en cualquier caso habría tenido un rendimiento. Contemplada a distancia, la ruina es un hermoso espectáculo. En el día a día obliga a replantear cualquier proyecto.

La reseña empieza así:

Juan Jiménez es una persona real, tiene setenta y cinco años, está jubilado, desde que ha sido desahuciado de su casa reside en un pequeño pueblecito y recibe una pensión mínima con la que apenas llega a fin de mes. Juan Jiménez es músico y fue, durante más de cincuenta años, miembro de la banda Los pekenikes, una formación nacida en 1959 que supuso uno de los mayores éxitos discográficos de la industria del pop español:

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Por mi parte, continúo informándome sobre el plagio. Tenía interés en averiguar qué dice el psicoanálisis sobre estos fraudes que importan por partida doble a la reputación y, además de la tesis de la que hablé un poco en otro post, he dado con un título emblemático, Voleurs de mots, del psicoanalista y escritor Michel Schneider. Schneider, del que se han traducido algunas novelas y un par de ensayos al español, es el padre de la escritora y periodista Vanessa Schneider, autora del libro que recuerda y homenajea a su prima, la protagonista de El último tango en París.

Voleurs de mots -Schneider

Estoy en plena lectura de Ladrones de palabras y es una obra profunda en conceptos y en ideas, sin disuasorios enrevesamientos lacanianos. Toma conceptos del psicoanálisis y los aplica al fenómeno del plagio, muy extendido entre escritores que consideramos canónicos, y no solo, pues dedica una parte sustancial a tratar de plagios que sufrió Freud y del que propició al comentarle las reflexiones que mantenía con el autor de la teoría original –sobre bisexualidad–. En el mundo «moderno» las víctimas de plagio suelen tener un perfil poco interesante desde el punto de vista comercial –cuando no se nos/los trata de pobres diablos, fantasiosos, mitómanos, es decir de locos–. El que no se traduzcan ensayos como este y que el tema no sea objeto de reflexiones originales en nuestro país -salvo repetir el bobo «todo lo que no es tradición es plagio»– demuestra cómo se desarma intelectualmente a la población de perspectivas elaboradas que enlacen diferentes disciplinas.

Se nos dice que no hay mercado para este tipo de ensayo, tampoco para crónicas como la de Vincenzo Calia y Pisù sobre El caso Mattei… El fastidio es que hay demasiado mercado para novelas de policías, ladrones, asesinos y otros malhechores de cartón piedra que fomentan el cinismo y la resignación, el escepticismo frente a las denuncias del fraude y ante la mera posibilidad de que se haga justicia.

Eméticos Chirbes y Padura

A pesar de las risas sarcásticas que me provocó el escándalo del contenido plagado de insultos a la pléyade de sus rivales-defensores y enemigos varios, pocos días después del lanzamiento de los diarios de Plagiario 1 pasé la noche vomitando. La pesadilla se repitió una semana después, tras descubrir en la relectura de su bodrio, que Plagiario2 había incluido más escenas, situaciones y frases de mi malhadada novela. El médico diagnosticó una evidente depresión y me dio una baja testimonial, ya que ni se cura con fármacos ni puedo pagarme un descanso.

El libro de Chirbes ha caído en medio de la escena literaria igual que una rata muerta, tan podrida por dentro que allá donde alguien pinche escupe su putridez. Lo grotesco, y hasta divertido si no significara lo que realmente significa, es cómo figurones como Ródenas incurren desde La Vanguardia en la contradicción de desacreditar a la Sanz por el prólogo, que todos consideran «represalia» por lo que el valenciano larga contra su estilo, de un libro que va lleno de represalias. A Marta Sanz le ha importado, como al 99% de los enterados de esta historia, una sagrada mierda el daño que me han hecho desde cualquier punto de vista pero lleva ya un artículo y un prólogo para desquitarse de la crítica que el Gran Santón, ungido por ella más que por la mayoría, ha dejado en testamento.
Como si no fuese todo bastante grotesco, este y aquel critican el enfoque del prólogo que tachan de «psiquiatrización» confundiendo psiquiatría con psicoanálisis –¡qué nivel!–, porque no son capaces siquiera de objetar cabalmente –lo único cabal de todo este disparate, que si no estuviera Anagrama detrás no habría agitado ni una mota de polvo– que un enfoque psicoanalítico, así fuera de la pluma de Marta Sanz o de Valls, si no se acompaña de las cita de auténticos y reconocidos expertos, sería puro análisis silvestre, es decir palabrería de mero diletante, un guiso de fórmulas de aficionados para decir, aprovechándose de la autoridad que tiene esta disciplina como forma de análisis del lenguaje, lo que a uno le pica.
Padura, por su parte, odiadísimo por la gran mayoría de escritores e intelectuales cubanos disidentes, continúa, gracias al apoyo del grupo planeta, que no es apoyo baladí, en su ascendente carrera a encarnar la figura de Gran Escritor Cubano –incapaz de escribir «castrismo» ni una sola vez en ese engendro que puede acabar incluso premiado en Francia (qué decadencia), toma y retoma de Reynaldo Arenas, polvo rabioso en su tumba de saberlo.

Como antidepresivo, una dosis doble de talento: el fotógrafo Erwin Olaf con sus puestas en escena de inspiración pictórica en el video, y arriba con su compatriota la diseñadora de moda Iris Harpen (Felipe II, Vanity Fair ).

Chirbes y los tartufos

Chirbes-Lucha final

Me ha llamado la atención este verano que los que recomiendan algo de Chirbes se limitan a Crematorio dando la impresión de no haber leído nada más del de Tavernes. En la Correspondencia del editor de Anagrama con sus autores y un sinfín de gente del mundillo, que ha editado Jordi Gracia, leí un extracto donde Herralde se mostraba poco inclinado a publicar una novela de Chirbes titulada En la lucha final. La leí hace muchos años, y me pareció la típica historia que se estilaba en el momento, una pintura cargada de tópicos acerca de la nueva clase social aupada por el PSOE, esa que había olvidado su compromiso con los idealismos de izquierda y la lucha antifranquista. Esta novela incluye una subtrama sobre un escritor falto de inspiración que plagiaba el libro de otro y al publicarlo se veía delatado porque otro más-o-menos-escritor había aprovechado la misma obra. Me sorprende que nunca nadie hable de esta novela y que Marta Sanz no comente otros libros del valenciano. Quienes sepan leer más allá de la literalidad, como se espera de lectores adultos y avezados, habrán observado que Un detective no se casa jamás, de la Sanz, es en parte un homenaje al Crematorio de Chirbes, o mejor dicho a la Valencia espléndida que allí se exalta. También es llamativo que alguien que centró prácticamente toda su obra en Valencia, nombrada como Misent, siempre descrita en tonos sombríos, no hubiese caído antes en el valor literario y simbólico de su luz mediterránea. Porque no era vivencia suya. Porque tuvo que encontrarlo en mi texto para caer en el juego que podía dar. En sus últimas novelas, tras el  éxito de Crematorio, la crítica volvió a destacar la negrura de los ambientes que pintaba.
A Chirbes le ha ocurrido lo que al personaje de su novela, que el plagio del mismo texto por parte de un tercero delata el suyo. En claro: que Padura delata a Chirbes. Sin embargo, Chirbes robó más porque robó todo y luego lo reacomodó -por utilizar la terminología cubana sobre plagios no literales.

De momento estos detalles:

  • en  La playa, p. 48 del mecanoscrito : «Te voy a prestar las llaves del apartamento de la playa en Cullera, dijo, decidiéndose por fin a dar un paso más. Te instalas con la chiquilla y te quedas quince días, yo pasaré a veros los miércoles por la tarde y los viernes, tomáis el sol, coméis bien, si te falta dinero, déjale una cuenta abierta a la del súper que ya la saldaré yo,…»
  • en Crematorio, p. 249 y s.: «Mañana te traigo el dinero, le dice, lo guardas tú, para que veas, tú guardas el dinero […] Le propone irse del club al día siguiente. He preparado uno de los pisos libres de la empresa de un conocido para que Lola pueda instalarse un tiempo. Luego ya pensará algo.»
  • Padura tenía que llenar páginas y más páginas y él o sus negros embuchan material sin ton ni son. En la pág. 547 uno de los protagonistas, Darío, un médico cubano que ha prosperado en Cataluña, pasa el día o la mañana en la playa con la familia. El hijo –que no es de la catalana con la que vive– se ha echado una novia extranjera y varios momentos de la escena son un reacomodo del capítulo que publica JotDown en su número 36. También aqui vemos que le propone a su interlocutor un plan y enumera lo que van a hacer de antemano: «-Porque estaba pensando que yo podía llevarte. Tú y yo solos. Nos vamos en mi carro, almorzamos en algún lugar bonito, alquilamos un hotelito y dormimos la siesta, que sabes que me encanta, nos bañamos y luego seguimos hasta Toulouse. Allá comemos en un restaurante bueno con vino y quesos franceses, llamamos a Marquitos, y después te dejo en tu residencia de la universidad y me voy a un hotel. El domingo por la mañana desayunamos juntos, con croissants de verdad, y yo regreso y estoy aquí por la noche.»

Obsérvese que lo que dice no tiene demasiado sentido, porque ir a Francia y comer quesos franceses es de esperar. En cuanto a croissants de verdad también ha sido fácil encontrarlos en Barcelona en las últimas décadas. Pero el ritmo y el tono es lo que cuenta. Esto puede parecer poco -y es poco respecto a lo de Chirbes–, pero la prueba de que Padura no sabe ni qué dice se refleja en muchas páginas. En mi novela se habla desde el principio de los actores de los años 60 y es una referencia medular a lo que se cuenta. En Como polvo en el viento, en el capítulo mencionado, que arranca con un contundente «Los veranos son calientes en Segur de Calafell» (pág. 528)  también le da por hablar de «la potencia del sol y la plenitud del verano». Al igual que para Chirbes -que naturalmente extrajo de mi  novela inacabada y por ello inédita–, allí «Todo parece tan perfecto que casi no se puede pedir más» y, por lo mismo, al doctor Martínez le da por rememorar una evocación que lo entretuvo recién llegado a nuestros lares: «recién salido de Cuba, y una tarde vio atracar en la marina de Sitges un bote que lo remitió de inmediato a una secuencia para él inolvidable de A pleno sol, ese momento en que Alain Delon, Maurice Ronet y la rutilante Marie Laforet [poco rutilante en esta película donde pasa el rato sufriendo] llegan a un embarcadero y bajan al espigón, todo tan bello. Y recordó que en la película Delon lleva unos mocasines sin medias, como él decidió en ese instante que siempre se debía ir calzado en esos sitios de ensueño existentes en la realidad. La realidad de la parte del mundo que desde entonces sería el escenario de su vida.»

Esta escena no tiene ni pies ni cabeza y me pregunto cuándo pudo verse en Cuba películas como Plein soleil; de estreno no sería por la edad del personaje y las reflexiones de anticipada nostalgia capitalista son absurdas pretendiendo ser hedonistas.
Por cierto, que la necesidad –seguramente dictada desde la editorial– de llenar y llenar páginas, y la de quien escribió de darle un tono «elevado», «literario», lleva a frases como la que sigue, en la p. 308: «Horacio se empeñó en la búsqueda de algún indicio capaz de orientarlo hacia un descubrimiento que necesitaba y, a la vez, temía realizar»
.

Antes de este episodio tenemos a una de las protagonistas, «la que se queda en la isla acompañando exilios con la memoria, alimentándose de exilios y de fugas» [la playa, p.96], Padura se enreda en el tono caviloso y llega agotado a la p. 398, por lo que termina un párrafo «Porque nunca nos bañamos dos veces en las mismas aguas de un río, y si así fuera, resultaría demasido aburrido», que guarda cierto parecido con «también porque cada cierto tiempo vuelven las viejas olas en que nos bañamos una vez, y traen residuos que arrojamos, basura convertida en indicio de nuestros deseos». (LP, p.75), que Chirbes puso así: «Cada vez que se acaba una etapa de ideas más o menos racionales, vuelven las viejas supersticiones con renovada energía» (Crematorio, p. 93).

Hay mucho más, pero lo dejo aquí por hoy.

Plagio-Palabrería-Padura

Prometo ponerme pronto a mostrar las curiosas y burdas similitudes del bodrio que Padura publicó a finales del año pasado. No os podéis imaginar lo que se siente cuando se descubre que han robado de forma descarada un texto en el que se ha puesto tanto interés y pasión y que eso sucede en medio de una situación de ostracismo y de denigración tan peculiar como la que vivo. Entretanto, y por conocer las aristas del tema, estoy leyendo una tesis doctoral de más de 600 páginas titulada El plagio en las literaturas hispánicas: Historia, teoría, práctica, de Kevin Perromat, publicada, como no puede ser menos, en Francia, en la Sorbonne. Está muy bien escrita, lo cual es un alivio. Curiosamente, como es de 2010, no llega al momento en que Pérez-Reverte es condenado por el plagio de un texto que sirvió de base a la película Gitano. En fin, ya volveré sobre el asunto. Fijaos en la ilustración de este post, que da nombre al blog, porque también importa en «lo de Padura».

Padura, un payaso laureado

Estaba leyendo la última «novela» de Padura, flamante premio Whatever español, en vista a reseñarla para una muy prestigiosa revista, pero he avisado de que no voy a hacerlo no solo porque es un bodrio infame, inflado hasta superar las 600 (insoportables)  páginas, sino porque además contiene escenas, situaciones, frases plagiadas con descaro.

Se supone que trata de la amistad de un grupo de cubanos y de la diáspora pero no es más que un absurdo cocido de escenas, personajes superficiales y un insulto a la inteligencia de los lectores mayores de edad.

Tiempo atrás, Zoe Valdés lo acusaba de haber mirado demasiado de cerca para escribir El hombre que amaba a los perros a En la pupila del Kremlim, de Álvaro Alba. Una puede pensar que porque ambos escritores son enemigos acérrimos hay que descontar carga a la acusación –de hecho, dedica una larga pulla a la Valdés omitiendo el nombre–, pero de verdad que leyendo esta basura espantosa, ridícula con sus pretensiones de alta literatura, engolada hasta la bobería en las elucubraciones de unos personajes más superficiales que una hoja de afeitar, que no representan a nadie auténtico a fuerza de ser un conglomerado caprichoso de estereotipos, combinado con situaciones y reflexiones plagiadas sin sonrojo y a la vez torpemente — de por lo menos una novela, como mostraré en su momento–, que es Como polvo en el viento esa primera acusación se hace plausible.

Supongo que buenos escritores vejados por el régimen castrista, como Antonio José Ponte, autor de La fiesta vigilada, o el ensayista Rafael Rojas, autor de El estante vacío y Tumbas sin sosiego, o el excelente novelista José Manuel Prieto, que publicó Rex en España, sabrían señalar con más propiedad que yo por qué es un fraude lo que Padura –Padura Caradura lo llaman, y ahora comprendo por qué– relata del Período Especial, del Maleconazo –que ni siquiera nombra como tal–, de los fusilamientos de capitostes del castrismo por corrupción o tráficos mayores –todo lo que en su condición de Gran Escritor de Cuba debería ofrecer al lector con mayor detalle y calidad así como profundidad de la información y la reflexión política.

Hablando de tráficos, cada vez está más claro que en España existe un potente tráfico de manuscritos que se pone al alcance de escritores conocidos y prolíficosrecuérdese que Lola Gulias puso el texto Embassy y la inteligencia de Mambrú, rechazado por la Agencia Kerrigan, al alcance de María Dueñas, a la que representa esta misma agencia, y que la Dueñas extrajo de él la información que daría pie a su primer bestseller-– y que el sistema español de premios, galardones, recompensas es una gran malversación intelectual y profesional. No he dicho que estuve en la agencia Kerrigan varios años y que Lola Gulias fue la primera que leyó las dos largas partes de la novela -115 páginas– que han sido objeto de plagio. Luego la leyeron al menos dos agencias más: una de ellas se mostró muy interesada, con intención de rescatar además La mentira y el asunto no prosperó porque me estaban destrozando el piso –situación que se solucionó, solo en parte, en 2012 cuando la Generalitat acreditó el estado en que lo habían dejado los últimos propietarios –que eran también administradores de la finca– fallando a mi favor en el Informe de tasación pericial contradictoria de 2012 (el  mobbing empezó en 1999!!) –, y, depresión por medio, no tuve ánimos para continuar.

Padura nunca ha sido un buen escritor –como ya escribí en otro post–, sus descripciones explícitas del acto sexual van de lo ridículo a lo nauseabundo, pero en la serie de Mario Conde consigue ser un escritor eficaz. Aquí es de una formidable deshonestidad intelectual tanto en el material que ofrece como en el que omite.