«Aftersun», de Charlotte Wells, en revista Mercurio

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Ya ha salido publicado mi artículo sobre Aftersun, de Charlotte Wells Me han gustado mucho los actores, pero me sorprendieron algunos detalles del perfil de la Sophie adulta, pues no me pareció que el desarrollo de la acción condujese a eso, aunque supongo que también explica en parte el éxito que está cosechando. Al margen de que llega en el momento en que la sociedad debate sobre temas que también se tocan en la película, creo que determinados hallazgos delatan un verdadero talento. Los ecos del thatcherismo, por cierto, son alargados e intensos.

Pijocracia: Indefensión, dijo ella

Laura Borras

Borràs junto a su marido, Xavier Botet, y su hija Marta Botet, a su llegada al TSJC
Quique García /EFE


¡Si ella está «indefensa», cómo estamos las demás!
Al saber del tema de los contratos a dedo –una práctica muy extendida, si no generalizada, en el sector público–, y los datos del tipo que había pringado, con la vida complicada por las drogas, el tráfico y los «trapis» (trapicheos), pensé que volvía a quedar demostrado que los pijos siempre hacen las cosas así cuando «ayudan» al de estatus inferior. Un favor, pero no un verdadero favor, siempre será una trampa, un chanchullo que te deja vendido, un favor condicionado; no como los favores que desde siempre ha recibido ella, incluido el que la llevó a ocupar cargos que no merecía, ya en la Universidad ya en política. Que a ella la han «vendido» porque está más que amortizada para la causa, quién lo duda. Que ahora hasta los más cobardes salen a denunciar sus manejos puede entenderse como la demostración de que su carrera política está acabada. Pero si, por el pacto que el de los trapis ha cerrado con la Fiscalía, la Borrás siente por primera vez lo que es estar a la intemperie, que la vendetta ha llegado más lejos de lo que calculaba, dejando su futuro en suspenso y fuera de su control, en manos de jueces que no dependen de su partido, si por primera vez considera real la posibilidad de ser condenada a la cárcel, va a sentir el vértigo de una vida como la de cualquiera. Por supuesto, la maquinaria de su defensa enseguida reaccionará, encontrará una estrategia útil y Laura Borrás saldrá con la pena mínima. ¿Se le aplicará la ley que no se pudo aplicar a los de los ere andaluces?

Dicho de otro modo: cuando te cargas la meritocracia, tienes esto y a «líderes» como ella. No se llega tan alto como ha llegado ella solo por la profesión del padre ni porque tu familia despliegue una pancarta y lance gritos en el aula donde defiendes tu candidatura a un puesto de titular en la universidad. Son todos los que la han aupado a lo largo de tantos años, desde profesores de universidad a políticos y los círculos que actúan en sus órbitas, los que van a apagar este fuego. 

«La ciudad de los vivos» de Nicola Lagioia en Jot Down

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«La ciudad de los vivos», en Jot Down. Podéis leerla aquí

Los tres protagonistas: en el centro, la víctima Luca Varani; a la izquierda Manuel Foffo y a la derecha, el suicida Marco Prato.

«Aquella noche de marzo de 2016 culminaba una juerga de varios días protagonizada por Manuel Foffo y Marco Prato, en el piso de la barriada del Collatino, situado en las extensas afueras de Roma, donde vivía Foffo. La víctima podía haber sido cualquiera pero el número de la suerte fatal le salió a Luca Varani, veintitrés años, hijo único de una familia humilde de feriantes que lo adoptó siendo apenas un bebé en un orfanato de Rumanía —¿alguien se acuerda de los famosos orfanatos de la Rumanía de Ceaucescu?—, que le dieron el apellido y un amor ciego. Algo menos ciego pero intenso y leal era el amor de su novia desde la adolescencia, Marta Gaia, que se personará también como acusación en el juicio que condenó a Foffo a treinta años, y a ser recordado con rencor y pesar a Prato, quien logró suicidarse en 2017 en la cárcel, justo antes del juicio.»

«Juegos de niñas» de José María Conget en Turia

Esta reseña se publicó en Revista Turia, núm. 139, 2021

José María Conget (Zaragoza, 1948), autor de una extensa trayectoria narrativa que incluye cuentos, novela y ensayo literario, entrega su último volumen de relatos, narraciones de diferente extensión, temática e interés. Por su extensión, algunos relatos son propiamente nouvelles, como el risueño Un día de verano y el esperpéntico Toronda. El último cuento da título al volumen, Juegos de niñas, si bien, al contrario de lo habitual en muchas recopilaciones, no puede considerarse una síntesis ni un concentrado de rasgos del conjunto.

comparten todos el rastro de la dilatada influencia que han tenido en la obra del autor las vanguardias del boom latinoamericano, la nueva narrativa norteamericana y el modernismo anglosajón, sin olvidar a Borges, desde su primera novela, quadrupedumque, hasta la última, la lograda El mirlo burlón. Esta influencia se traduce aquí en el uso del monólogo interior, en las alternancias del punto de vista y de las voces narrativas –contando siempre con la complicidad de un lector avezado–, en la mezcla de registros coloquiales y de elevado nivel cultural, en las alusiones a la cultura popular en forma de canciones, películas de género, cómics y obras literarias. Estos recursos, que ubican la narrativa de Conget dentro de la corriente renovadora que definió a su generación, se ponen a menudo al servicio de una temática que el lector intuye autobiográfica.

            Los recuerdos de una formación intelectual, sentimental y, a la postre, antirreligiosa en plena España franquista, uno de sus temas recurrentes, comparecen de nuevo en La patrulla cristiana y en Toronda, este último englobado dentro de la serie Tres cuentos malsanos sobre escritores, serie que se completa con Alma gemela y Congreso. La patrulla cristiana presenta a un joven, Paco, al que el cura, don José María, nombra presidente de Acción Católica y encarga velar por la moral del pueblo, amenazada de pronta corrupción por el estreno de la película escandalosa –cuyo título todo lector español mayor de 40 años adivinará antes del final– que Don Evaristo, prohombre del lugar y dueño del cine, ha programado. Paco está en edad de echarse novia por lo que cuando conoce a una forastera de modos resueltos interesada en ver la película condenada se producirá cierta colisión entre el deber y el deseo. El relato demuestra, con claro tono berlanguiano, la habilidad de Conget para describir a través del diálogo y cuatro pinceladas un tipo femenino habitual en su obra, el de la muchacha que arranca al joven protagonista de cierto sonambulismo erótico, a veces también político, en conexión con la paulatina maduración de una conciencia que se rebela contra las estrecheces intelectuales y morales del franquismo, como ya hizo en Tiempo hostil y en Confesión general, incluidos en su anterior gavilla de relatos publicados en 2017. En la divertida y muy recomendable Confesión general, un mozalbete creyente y empollón, típico personaje en la población literaria de Conget, decidía someter su alma a un streaptease ante el sacerdote de turno mientras su incipiente espíritu crítico, alimentado por las lecciones de filosofía, le revelaba las contradicciones insolubles entre la fe y la razón, sumiendo al sagaz muchacho en la perplejidad. Sagaz en extremo es también la pequeña protagonista de Juegos de niñas, Ariadna, que relata los días de vacaciones con sus padres en una urbanización playera, la amistad con otras vecinitas mientras su madre se concentra en dar los últimos toques a una tesis sobre, nada menos, las relaciones de Voltaire con la cultura inglesa, y el padre, modesto empleado de banco, se conforma a regañadientes a la ambición académica de la mujer, puestas sus esperanzas de ascenso social en el apoyo de un venerable catedrático. Las anotaciones en un diario de la adolescente Manoli, que introduce a Ariadna en la cultura televisiva y en los celos infantiles, completan las voces del relato que traza un paralelismo entre los desengaños de madre e hija.

Además de recrear las neurosis del español de clase media baja que se eleva, al cursar estudios superiores, a un rango que a menudo lo desliga de su raíz y vitalidad, Conget trata de la soledad, da lo mismo si sus protagonistas son escritores encerrados en sus pesadillas (Toronda) o en su vanidad (Congreso y Alma gemela), si son maridos con los sentidos alterados por un virus (Gripe) o por la autoindulgencia (Revelación); el tema de fondo es el zarpazo en la conciencia del destino mortal del hombre y las culpas aledañas por aquello que se hizo mal o se dejó de hacer. Las narraciones en que esta certeza está mejor imbricada en el argumento y en el perfil del protagonista, a menudo un hombre de mediana edad, culto y algo presumido sobre tanto saber cosmopolita y superficial acumulado, que tiene su modelo en los héroes “woodyallenescos”, son las que aciertan a controlar la tendencia congetiana a las citas literarias y a la digresión erudita. Así destacan tanto el homenaje a “Felisa Ferruz, la tía”, titulado True Love, donde rememora los paseos que le daba por Zaragoza a la anciana, obligada a desplazarse en silla de ruedas, cantando ambos las melodías americanas, como La piscina de los zombis.

El título de la romántica canción favorita de la mujer, True love, ayuda a enhebrar recuerdos y afectos sobre la vida de la recién fallecida, sus frustraciones y orgullos, en el contexto ya conocido del franquismo en provincias y su siempre sorprendente contraste con el cosmopolitismo acelerado de los españoles; y entre ellos, tantos protagonistas del autor aragonés. Este homenaje se hermana con otros reunidos en libros anteriores, como la elegante rememoración de la actriz y directora de cine Jeanne Moreau en Su pálido rostro de mujer fatal, del anterior volumen de cuentos.

Los lectores aficionados al sarcasmo contra la profesión literaria disfrutarán de la serie de «cuentos malsanos»; en ella, planta a escritores más o menos identificables en situaciones grotescas, en escenarios como ferias internacionales, congresos o presentaciones, o frente al ordenador y sus propios libros, siempre más indulgentes con sus propias imposturas que con las de los colegas. El tema de los escritores españoles cegados por su vanidad y provincianismo parece agotado y convendría un abordaje más serio y quizá introspectivo. En el conjunto sobresale La piscina de los zombis, narrado con técnica diarística, páginas destinadas al médico que se ocupa del protagonista, obligado a realizar terapia de rehabilitación tras un turbio accidente de tráfico. Con oficio y erudición, el autor reflexiona sobre los poderes del amor en una prosa suelta y siempre creíble.

Monkey Boy, de Francisco Goldman en Mercurio

Goldman cover

Ya puede leerse en Mercurio mi reseña de la última novela de Francisco Goldman, Monkey boy. No se ha traducido el título, me figuro que porque en español quedaría tan denigrante que, como suele pasar en España, perjudicaría a la imagen del escritor y distorsionaría la lectura.

Francisco Goldman quedó finalista en ficción del Pulitzer del año 2021. Almadía ha sacado una edición muy bonita del libro, que su autor define como novela con un importante componente autobiográfico. La traducción del escritor Daniel Saldaña París le va como un guante al perfil de Goldman. Pese a que ha tenido bastante suerte con sus traductores, por lo que he podido leer en reseñas como la del New Yorker, el inglés de Goldman presta atención al ritmo de la prosa, de ahí que a pesar de su afición a la acumulación de detalles –un poco a la manera de Philip Roth–, el lector se va dejando llevar. Con un elemento proustiano, pero sin melindres de alta cultura ni citas obvias, y chispas de humor, va construyendo una historia de familia que es también una historia de un periodo concreto de Guatemala y Estados Unidos y sus ecos en el presente del trumpismo. Recomiendo leer sus dos primeras novelas —La larga noche de los pollos blancos y Marinero raso (que he empezado hace poco y me ha dejado boquiabierta en su faceta conradiana) para formarse una idea clara de por qué se hizo un nombre tan pronto puso pie en suelo literario.

larga nochepollos
Conviene no olvidar que el texto tiene sentido sobre todo en relación a la historia de Guatemala y a la de Estados Unidos y que no funciona solamente con respecto a los temas últimamente en discusión –racismo, emigranción, trumpismo, discriminación, feminismo, vulnerabilidad–. Aunque se trate de una novela que cierra la que el escritor ha llamado «trilogía de la intimidad», creo que es importante su valor testimonial por cómo recoge la experiencia de un ciudadano que aglutina en su identidad tantos aspectos que Estados Unidos, la versión oficial y caduca del país, la de los viejos wasp, tiene dificultades en integrar y darles la relevancia.

En la novela queda patente que el terror que provocaron las dictaduras tuvo un efecto colateral no sé si imprevisto pero sin duda mal controlado: la emigración de miles de personas hacia Estados Unidos y no solo hacia Suecia o España. Ahora bien, igual que emigraron o se asilaron muchos que eran perseguidos o se sabían destinados a figurar en la lista de indeseables de los gobiernos, también se instalaron en Estados Unidos, en mejores condiciones, personajes de las elites con intereses en la dictadura. Por uno de esos azares de la vida, me encontré en 1999 en Miami, en la fiesta de cumpleaños -no recuerdo si del señor de la casa o de su encantadora y pizpireta mujer, que tenían cuatro hijas cada una de las cuales parecía sacada de una novela diferente de Scott Fitzgerald– de un candidato a la presidencia de Guatemala. Sé de cierto escritor que no aceptó la invitación a la fiesta, aunque estudiar las dinámicas de relación y de reconocimiento de los verdaderamente ricos entre sí es lo que anduvo persiguiendo Proust toda su vida 😀 😀  La fiesta era en Coral Gables, zona lujosísima y de derechas, y en esa casa había un mueble alargado que recorría toda una pared donde los dueños exhibían un sinfín de figuritas auténticas de arte primitivo procedentes de excavaciones de su país. Eran, evidentemente, piezas, algunas solo miniaturas y nada muy grande, que no deberían haber salido del país de origen. La ironía está, claro, en cómo la dictadura guatemalteca tomó a la población india como blanco favorito de la llamada guerra sucia mientras sus simpatizantes o colaboradores o cómplices adoptan las imágenes glamurizadas del arte que los representa como testimonio de pertenencia y de vínculo con las raíces nacionales. En el mismo sentido entendí yo la presencia de una fotografía de gran tamaño en blanco y negro que imitaba una de las famosas imágenes de Rivera (ver abajo), de un artista muy conocido, el tipo de fotografía que se vendía aún en galería de arte. Venía con esta pareja de amigos una escritora brasileña ya madura, muy conocida, de conversación brillante y amena y que me pareció la prueba fehaciente de que una posición holgadísima sí ayuda a la felicidad y una parte de ella consiste en saber graduar a tu conveniencia la exposición al tipo de relaciones que se daban en la fiesta de Coral Gables.

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What causes addiction & Depression – Hari & Rich Roll

Buscando listenings de inglés para acompañar el tiempo mientras edito y etiqueto fotos, que es una tarea aburridísima, encontré este podcast. Es una serie impresionante dedicada a salud mental desde Estados Unidos. Este invitado me está pareciendo de lo más recomendable. La ventaja de no entenderlo todo es que me permite no contagiarme de todos los males que enumeran 😀 😀  Hablando (algo) en serio: no es el tipo de programas que se hagan aquí. Roll superó su propia adicción, alcoholismo he creído entender, y ha iniciado una serie de largas conversaciones con expertos que abordan cada uno desde su especialidad lo relativo a problemas y enfermedades ligadas al estado mental. El objetivo es entender el proceso y sanar. En España me parece que se habla demasiado de diagnóstico –de la actual crisis de salud mental, que lleva desde antes de 2008 larvándose, cuando todo el mundo hablaba de hipotecas y nada más– y apenas de soluciones adultas.
Este tipo de proyectos me parece que conecta bien con el periodo en torno a los ’70 cuando la izquierda, y también la izquierda americana, entendió que la salud mental era un problema político y que no se puede estar bien dentro de un sistema que aniquila tu identidad. La solución es de grupo, de grupos pequeños, sin ghetos y sin sectas.

Entrevista a Santiago Artozqui por su traducción de Amanda Gorman

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Foto: Santiago Artozqui / © Jean-Luc Bertini

Hace dos años, la traducción del poema de Amanda Gorman, leído durante la ceremonia de investidura de Joe Biden, «The Hill We Climb»,  arrojó una luz inesperada sobre la actividad de traductoras y traductores. La polémica en torno a la cuestión de saber quién debía o podía traducir ese poema tuvo una repercusión internacional. ¿Había que ser una mujer negra para traducir el poema? El debate entre universalistas y esencialistas estalló con fuerza en los Países Bajos, España, Francia… Nuestra postura era más pragmática. El lustre de un poema como ese, leído en esas circunstancias, daba a una joven poeta negra en Estados Unidos una extraordinaria visibilidad de la que podían beneficiarse, en el exterior, traductoras y traductores todavía menos visibles. Dos años después, a nuestro colaborador Santiago Artozqui se le confió la colección de poemas de Amanda Gorman que incluye ese poema concreto, además de muchos otros. Santiago Artozqui ha respondido a nuestras preguntas acerca de las particularidades de este encargo, y acerca de su trabajo sobre una poesía muy experimental y formalmente inventiva.

Amanda Gorman durante la ceremonia de investidura de Joe Biden


Continúa aquí: Liumistraducciones
El original francés: https://www.en-attendant-nadeau.fr/2022/12/03/entretien-santiago-artozqui/


Amanda Gorman, Poèmes. Donnez-nous le nom de ce que nous portons.
Trad. Del inglés (Estados-Unidos) por Santiago Artozqui. Fayard, 240 págs., 18 €