






En febrero de este año el puerto OneOcean Port Vell no estaba aún recuperado, pero ya se veían más yates que en los meses previos, cuando todavía había restricciones por la pandemia. Si no me equivoco, los superyates de los rusos suelen amarrar en el lado opuesto. La irreversible especialización de Barcelona en la búsqueda del turismo de lujo no tiene vuelta atrás, un aliciente para los descuideros y relojeros. Es el inconveniente de levantar hoteles de lujo y de gran lujo al final de las Ramblas, a un tiro de piedra del Raval. Los turistas han regresado en masa a las mismas zonas, y los manteros tienen también muchas ganas de regresar a estos puntos amplios y de tanto paso, donde también es fácil recoger rápidamente los bártulos y salir por piernas. Se verá.
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Sobre el Dilbar, información en este sitio: superyachtfan
Park Hotel Boutique, de los años 50, en Av. Marqués de la Argentera, enfrente de la estación de Francia
Foto 1 y 2. Macba, de Richard Meier.
Foto 3. Via Laietana. Arquitectura inspirada en el Chicago de los años 20 del siglo pasado.
Última foto. Avda. Plaza San Jaime. Banderas independentistas en la plaza de todas las protestas nacionalistas… y una terraza para disfrutar del confinamiento o alquilar en temporada
La foto está tomada en mayo, cuando los del top manta regresaban al Maremagnum. Cuando la pandemia empezaba a dar un respiro. Supongo que la adicción al móvil también tiene que ver con el auge de la corrección política, que impide mirarse unos a otros, salvo en aquellos lugares donde la entrada ya decide quién puede mirar a quién y quién queda fuera.