Por qué Bolaño es el escritor más grande del mundo, Nicola Lagioia

lagioia portada ciudad vivos Ferocia-Lagioia

 

Nicola Lagioia da una clase magistral con, como eje central, su pasión por Bolaño, que ha dejado gran huella en su novela La ciudad de los vivos. Me ha extrañado que no haya tenido más eco esta novela porque es verdaderamente buena, mucho más allá del argumento que puede atraer al lector morboso adicto al true crime. Lagioia es un tremendo escritor, no porque sea el mejor de sus contemporáneos italianos, ¡qué sé yo si lo es o no!, no los he leído a todos. Pero para comprender por qué es tan buena La città dei vivi, publicada en castellano por Penguin, hay que leer por lo menos un tercio de la que le dio el Premio Strega, La ferocia (La ferocidad), que no se ha traducido aún a nuestro idioma. Parece que están esperando a ver cómo funciona la crónica del asesinato del joven Luca Varani a manos de dos niños bien de Roma antes de arriesgarse a traducir la otra, cuando son dos novelas simétricas en estilo y eso demuestra que Lagioia tiene planteamientos inteligentes respecto a su narrativa, por encima de intereses de carrera. La primera es un decidido tour de force de estilo elevado con una trama detonada por la muerte de una mujer joven, hija de un riquísimo constructor de provincias; es una novela sobre la corrupción, también psicológica, una investigación que va insinuando el motivo real de un derrumbe, que es también el de la Italia de los años berlusconianos. Al contrario de lo que suele ocurrir en los thrillers, incluidos los sudamericanos con el narcoterrorismo como fondo político-histórico, aquí la muerta no es el elemento angélico que pone en marcha una investigación llevada por el elemento asocial, es decir, un detective desaliñado con una vida más desaliñada aún; todo lo contrario, es más una pécora al viejo estilo, y el relato se levanta sobre los diferentes testimonios, que desarrolla otro personaje principal de lo más inquietante, el hermano bastardo acogido en la familia al morir la infeliz amante del constructor, con un perfil psicológico que le da mucho juego a un escritor con el talento, las lecturas y la inteligencia de Lagioia. Después del éxito que obtuvo La ferocidad, del respeto que cosechó entre los críticos jóvenes y sus colegas escritores, se entiende tanto que La ciudad de los vivos parezca una historia que salió a buscarlo, y por lo tanto no podía escribirla sino él, como las objeciones de esos críticos jóvenes -dudo que todos lo rechazaran, en cualquier caso-.
Estoy segura de que va a escribir otros libros interesantes que pondrán en perspectiva La ferocidad y La ciudad de los vivos demostrando que, además de saber crear y recrear personajes, su intención es reflejar la Italia de este siglo en un tono que no  es realista sino hiperrealista, con lo que el concepto tiene de intencionado, de distorsión, de subrayado de los perfiles con una finalidad más que estética.

En la clase sobre Bolaño, donde lee y comenta largos fragmentos de la última entrevista que la gran Mónica Maristain le hizo para PlayBoy México –risas constantes de fondo–, se advierte que la del chileno es una figura de escritor ya sedimentada, lo lee con plena libertad, desparasitado de aquellos elementos y del ruido que se le incrustaron cuando aquí lo aupó la burguesía ilustrada, hasta casi fagocitarlo, y se crearon fricciones y conflictos que, a quién iba a extrañarle, nunca provocaron un debate sobre la aportación de Bolaño, de su perfil de escritor vocacional, en medio de un panorama de escritores de vocación institucional más o menos transparente. Por eso no me sorprende que influya en escritores donnadie –como Lagioia, hijo de una clase media media, o en el último Goncourt, que se inspira en Los detectives salvajes en otro de los tantos libros que quiero leer, La plus secrète mémoire des hommes, del senegalés Mohamed Mbougar Sarr. Herralde, que a fin de cuentas fue quien le dio espacio para crecer, se preguntaba por qué no tenía más influencia en escritores españoles; la respuesta parece clara: el ecosistema cultural español no es el más propicio, pero para el resto solo faltaba esperar.
Yo no tengo a Bolaño por el más grande, ni es mi preferido pero sí creo que era un personaje necesario pero que por desgracia no ha liberado el stablishment literario español, que es lo que debería haber sucedido, lo que urgía. Pocas veces más que hoy ha estado tan aburguesada la cumbre de la literatura. Aunque, quién sabe si la ruina y la precariedad que es hoy el sustrato natural de los mejores lectores dan como fruto algún genio -o alguna genialidad- del vitalismo.