
Foto de JR Álvaro González. Paco Elvira en la plaza de la Virreina – en Gracia. Esta foto lo refleja muy bien.
Fotorreportero de estilo clásico, Francisco José Elvira Huse (Barcelona, 1948-Garraf, 2013) era conocido como Paco Elvira y con ese nombre alcanzó un amplio reconocimiento a través de publicaciones, exposiciones, cursos y conferencias que puntuaron sus últimos años de carrera hasta el accidente en el Garraf, mientras tomaba fotos para su blog.
A menudo, el trabajo de personas de carácter afable no se estudia en profundidad o no se considera con la seriedad que se reserva a personalidades más temperamentales, como si la irascibilidad o la soberbia fuesen indicio de la calidad del propio genio. Paco Elvira era amable y paciente, y con tenacidad —que es una forma especial de paciencia— se enfrentó al toro de la crisis económica global de 2008, cuyos indicios supo descifrar antes que la mayoría. No en balde era economista de formación, y justamente en la Facultad de Ciencias Económicas de Bellaterra arrancó su actividad de fotógrafo, documentando las protestas universitarias y la agitación política durante la Transición.

Bellvitge es un barrio en las afueras de Barcelona, zona de bajos ingresos. Imagen emblemática de los años del desarrollismo español y de las grandes oleadas de inmigración hacia las zonas industrializadas desde el sur y sudeste de la Península.
Algunas imágenes suyas de ese periodo son muy conocidas para el gran público —hechas con película en blanco y negro, con el grano que era habitual para la prensa diaria, bien encuadradas, con el nervio de la ocasión—. Son imágenes icónicas del periodo histórico en el que se fogueó una joven generación de fotógrafos en toda España, y que en Barcelona concentró a hombres —y alguna mujer— de estilos muy diferentes que crearon escuela y dieron vida social a una profesión que es a la vez un arte. Lo hicieron a través de revistas especializadas, exposiciones, festivales, concursos y, naturalmente, de los reportajes publicados a ras de actualidad en diarios o semanarios, muchos desaparecidos.

En una exposicion en Palafrugell – Costa Brava. -autor?

En Andalucía. Imagen correspondiente a un reportaje de su primera época
Paco Elvira fue de los primeros de su generación en tener una carrera internacional y fue un «enviado especial» en los mejores años del fotoperiodismo, es decir entre los setenta y finales de los noventa. Viajó prácticamente por todo el mundo: estuvo en China antes de que el gigante despertara, en Afganistán, Argelia, Argentina, Brasil, Camerún, Cuba, Japón, México, Nicaragua, Israel, Zanzíbar… Pero si nombramos la Revolución de los Claveles del 74, los conflictos armados de Irlanda del Norte —viajó cinco veces a la zona—, de Croacia, la guerra de los Balcanes y de la frontera de Kosovo, ya nos hacemos una idea de que fue un fotorreportero de largo aliento. Conoció, pues, el último capítulo del fotorreporterismo clásico, cuando el profesional a sueldo de un diario o como freelance podía viajar libremente buscando su propio punto de vista y sus fuentes, en lugar de ir «empotrado» con el ejército, como sucedió desde la guerra de Irak.

Sus influencias se encuentran en los clásicos Robert Capa o Eugene Smith, y naturalmente en los clásicos de la guerra de Vietnam; muy probablemente también en los fotógrafos españoles de la generación que le precede y que como él recorrían la España profunda documentando el atraso de los pueblos agrícolas y la tensión de las zonas suburbiales, con aspectos que parecen antitéticos: la superstición religiosa —son famosas las «apariciones» de la Virgen en Cataluña, o los hechos de El Palmar de Troya, en Sevilla, con su estrambótico antipapa Clemente— y la lucha de los trabajadores en las áreas sometidas a la despiadada «reconversión industrial» de finales de los setenta y primeros ochenta, en Sagunto, en las minas de Asturias, Huelva, etc. Fotografió sin aspavientos el mundo del trabajo plasmando la época —los oficios de la tierra y del mar, con sus marisqueras, sus cosechadores del algodón o sus agricultores y peones—, cuando la modernidad llegaba de la mano de las grandes inversiones en infraestructuras, propiciadas por el dinero de la CEE, que la harían visible: desde la Expo 92 en Sevilla a las Olimpiadas de Barcelona. En medio, el gran escándalo del aceite de colza, que Elvira fotografió con su característica mezcla de sensibilidad y estoicismo. Fotografiaba así la política a través de lo cotidiano: desde las manifestaciones de los nostálgicos de Franco el 20-N en Madrid a los funerales del guardia civil asesinado por ETA, de la gran crisis del paro de los años setenta con los trabajadores del puerto de Barcelona esperando ser llamados a las plazas llenas de gente de cualquier pueblo de Sevilla la tarde de un día laborable.
Aunque podía, como muchos fotógrafos y periodistas, añorar la edad de oro de su profesión, Elvira entendió que la tecnología digital podía aprovecharse para difundir un trabajo previo y reflexionar sobre la experiencia acumulada. Pero no era hombre que pontificara, sino, en una profesión llena de egos inflados, alguien que sabía reunir a personalidades y opiniones divergentes para hablar de fotografía mirando, a menudo con preocupación, al futuro. Una manera muy suya de apaciguar las aguas para transmitir una enseñanza: lo hizo a través de su blog, de las clases en la Universidad de Bellaterra y de seminarios que impartió en la Península y en Italia y, por último, a través de una serie de libros que editó para la editorial Lunwerg.

Entre sus reportajes más conocidos, y que inspiraron a otros fotógrafos, cabe destacar los de Irlanda, tiempos de guerra no declarada con enfrentamientos, atentados y muertes que llenaban páginas de diarios, revistas y eran noticia de actualidad en televisiones. Abajo: entierro católico. 
Repasaba en ellos momentos álgidos de la historia a través de la fotografía: La Guerra Civil española y La Transición española (2011); La Segunda Guerra Mundial y La Segunda República española (2012); y Barcelona vista pels grans fotògrafs [Barcelona vista por los grandes fotógrafos], 2013).

Imagen costumbrista en la China comunista. Hay que recordar que los fotógrafos viajaban y tomaban fotos sin saber con seguridad cuál sería el resultado.

Paco Elvira, Atín Aya, Fernando Moleres, Cristina García Rodero, José Manuel Carrera, etc., son fotógrafos de «cuerpo», de tocar la realidad. Fue, como los citados, fotógrafo de lo tangible y de la emoción sugerida, graduada mediante una técnica experta según los diferentes reportajes y así documentó momentos trascendentales del reciente pasado español.