adiós a Juan Marsé
Con ocasión del 60 aniversario de la independencia del Congo –y para todos aquellos que necesitan urgentemente hacerse con una biografía de luchadores contra el racismo de toda la vida para estar à la page–, quería recomendar el libro El asesinato de Lumumba, que traduje hace tiempo para la editorial Crítica –por encargo de una de las mejores editoras con las que he tenido ocasión de trabajar, Silvia Iriso–, y que dejó muy satisfecho a su autor, Ludo de Witte, según me transmitió ella. También, de paso, recomendarle a Pedro Sánchez y a su equipo que lean, con urgencia, el libro Hombres blancos en los trópicos, de Erling Bache, porque encontrarán artillería de sobras para arrojársela a los políticos holandeses que pretenden humillarnos durante la negociación por la reconstrucción de la economía pospandemia… Encontrará respuesta contundente contra los «frugales».
Pasa a segundo plano porque acaba de morir uno de los novelistas más significativos, y singulares de la segunda mitad del siglo XX, el barcelonés Juan Marsé, a los 87 años. Es cierto que se le han otorgado reconocimientos oficiales de toda índole, pero últimamente daba la impresión de que no tenía un gran seguimiento de generaciones posteriores para reivindicarlo.
Prefiero, antes que aburriros con mis recuerdos de mis primeras lecturas de Marsé —Últimas tardes con Teresa, que devoré con 15 años, ya en su séptima edición, y que Marsé me firmó, mirando el libro con asombro, o pasmo, 😀 😀 hará unos diez años o más, al terminar una conferencia en el Palau Macaya–, recomendar la lectura de sus grandes obras, especialmente Si te dicen que caí –de la que hubo adaptación al cine, no tan mala como el resto de las que se han hecho de sus novelas, protagonizada por una muy convincente Victoria Abril — con sus asesinatos truculentos, la miseria de los perdedores de la guerra civil y sus aventis, el retrato de la España de las clases menestrales, la riqueza de los estraperlistas, la miseria sexual y social del franquismo y la mitomanía salvadora del cine americano, sus grandes estrellas y héroes de una pieza. No he leído todo, faltaría más, pero para quienes tengan interés en conocer, además, el contexto de la época, recomiendo la biografía de JM. Cuenca, Mientras llega la felicidad, que completa la muy controvertida que Miquel Dalmau dedicó al poeta Gil de Biedma –ésta contiene, sin embargo, páginas valiosas sobre la amistad entre el novelista de barrio, inmigrante en París, y el poeta de rancio abolengo; Cuenca recoge fragmentos de las hilarantes colaboraciones del novelista en la revista satírica del momento (creo que era Por Favor); y sin duda también ayudan a comprender en qué ambiente intelectual se forja la generación de Marsé las interesantísimas Memorias del editor Carlos Barral, especialmente la tercera y última parte titulada Cuando las horas veloces, donde relata con detalle las batallitas para conceder premios como el formentor, de carácter internacional, o el Biblioteca Breve, que Marsé ganó en 1965 precisamente con Últimas tardes con Teresa.
¿Qué autores podrían reclamarse herederos de Marsé? Seguro que son más de los que suponemos. A bote pronto, entre los muy consolidados, seguro que Francisco Casavella y algunas de las novelas de Martínez de Pisón, como El día de mañana…
Y ahora llegó el momento de releer a Marsé.
(Por cierto, hoy mi madre habría cumplido 86 años y también vivió en París sus mejores años.)