Sombras en el Valle: «Valle inquietante» de Anna Wiener en Mercurio

Hoy publica la revista Mercurio mi reseña de Valle inquietante, la crónica, firmada por la joven periodista Anna Wiener, de su paso por el mundo de las start-up en San Francisco. Conviene señalar dos cosas: que yo sepa, siempre se han vendido datos, probablemente nunca en un volumen como el actual pero solo porque antes no se disponía de los medios tecnológicos y los recursos para tratar esos datos. Cuando trabajé en el Departamento de Audiencia de la radio y la televisión (la tv y radio catalanas, de TV3, Catalunya Ràdio y filiales para entendernos), los datos de audiencia servían, entre otros objetivos, para vender espacios de publicidad a las empresas. El precio de los espacios no se determinaba exclusivamente por la cantidad de gente que viera tal o cual programa o dentro de la franja horaria de los diferentes prime-time, sino que también era relevante lo afinado de la definición del espectador-consumidor tipo de las diferentes franjas horarias.

Valle inquietante demuestra, por otro lado, el interés e importancia que se concede al mundo cultural norteamericano. Baste comparar la repercusión que está teniendo esta crónica –inteligente, aunque demasiado calculada para mi gusto en el golpe que pretende dar– con la nula repercusión que tienen en España libros que pretenden criticar nuestro sistema cultural: el último libro de Marsé o las memorias del editor Salinas son un buen ejemplo: han sido despreciados o suavizados. Solo se acepta la adulación y la hagiografía, una perspectiva infantilizada de la realidad o una selección de quién puede decir qué, de tal modo que el nombre propio –el estrellato, por así decir– neutraliza la pupa que pueda hacer la crítica.

Aquí la reseña completa.

«Mediante la oposición entre el mundo analógico, representado por sus amigos y colegas de Nueva York, precarios empleados en un mundillo editorial y artístico cada vez más proletarizado, y el de la revolución empresarial, tecnológica y de estilo de vida impulsada por el fenómeno de Silicon Valley, Valle inquietante describe con mucha inteligencia, ráfagas de humor y capacidad de síntesis, las aristas y puntos negros de lo que en Estados Unidos se llama «meritocracia», el sexismo flagrante obviado en aras de la productividad, el sistema de trabajo agotador, el infantilismo que no excluye el acoso sexual y moral, las disparidades de sueldo y de beneficios entre trabajadores, dentro de empresas que se jactan de ofrecer no solo condiciones humanas sino las ventajas de un utopismo tecnológico.»
El analista de datos de House  of Cards, interpretado por un histriónico Damian Young. Obsérvese que en la realidad el análisis de datos, y su interpretación, puede ser un proceso en parte subjetivo y sometido a cierta desviación ideológica –las cifras no son asépticas–, pero la recopilación de datos es obra de procesos y de programas diseñados ad hoc y, por lo tanto, es un trabajo que puede realizar cualquier especialista con una formación adecuada, como bien explica Anna Wiener. Sin embargo, para sugerir al espectador que el uso de los datos con fines partidistas, como se ve en la serie de Kevin Spacey y Robin Wright, es siniestro y su finalidad es controlar y manipular la percepción de la realidad del ciudadano/votante/consumidor al emitir mensajes en beneficio del candidato, se dota al personaje del analista de datos masivos, un hombre ya maduro, de rasgos propios del taumaturgo, del mago de circo de cine mudo, del Fausto –la eterna juventud mental– junto con otros como la drogadicción, un carácter cínico y una inteligencia visionaria (recuérdese su análisis de la música jazz).
En esta página, Towards data science, se analiza qué hay de correcto y de incorrecto en la descripción del análisis de datos en las dos últimas temporadas de House of Cards

La manzana del árbol del bien y del mal

Vanessa Kirby (a la derecha) está en racha desde que interpretó a la princesa Margarita en la serie The Crown. Le puso las cosas muy difíciles a Helena Bonham Carter

Me gustó mucho cómo se utiliza el símbolo de la manzana para estructurar el progreso narrativo y describir la evolución emocional de la protagonista en Fragmentos de mujer. Pocas veces habremos visto tan bien desarrollado el recurso estilístico que T.S. Eliot llamó correlato objetivo. Por un lado está esa manzana bíblica, con Eva queriendo conocer los frutos del árbol del bien y del mal, y en eso consiste su peripecia: cómo la soberbia de la protagonista, que desoye el consejo de acudir rápidamente al hospital, es castigada; el parirás con dolor bíblico llevado a su apoteosis tiene en la película otra faceta que se manifiesta como otro rasgo simbólico propio del fruto prohibido del paraíso, el de la fertilidad, o las semillas de futuro que contiene cada fruto. De otro lado, está muy bien representado el tema, tan freudiano, de la herencia del trauma con la desventura de la niña recién nacida a la que se mantiene con vida, pero apenas con la energía justa en su cuerpo, en su respiración, para que no delate a la madre escondida de los nazis; por eso es interesante como el guion sugiere que el drama de la protagonista revive la experiencia materna, de la que según se desprende de la historia, no estaba del todo enterada. En este sentido resulta coherente con las nuevas investigaciones que refieren que el cuerpo conserva, y por lo tanto transmite, la memoria de las emociones experimentadas. La emoción de la madre –no sabemos si verbalizada antes de la escena que vemos y que Ellen Burstyn interpreta de manera muy coherente con el personaje– ha quedado impresa orgánica, psíquicamente en la hija; esta ha de experimentar la muerte traumática de su propia hija en un parto que, sin preverlo, claro está, reproduce el de su abuela en esa cabaña asediada por los nazis, para atravesar el duelo que le permite reconstruirse.
También resulta coherente con el perfil de los personajes que la enfermedad que aqueja a la madre sea el olvido, es decir un alzhéimer –sugerido de forma muy económica
en la escena de las llaves en la cocina– que cae sobre el tipo de persona, una superviviente del holocausto, que ha hecho del recuerdo del trauma, del genocidio, una misión histórica que entraña un revivir constante del dolor. Desde luego, es imposible no señalar que Ellen Burstyn está viviendo un final de carrera espléndido desde House of Cards, donde encarnaba a la madre de Robin Wright. Ella fue, dicho sea de paso, quien consiguió en su condición de productora que Martin Scorsese, que aquí ejerce de productor ejecutivo, dirigiese Alice doesn’t live here anymore (Alicia ya no vive aquí), donde además del guapísimo Kris Kristofferson actuaba Jodie Foster, por entonces una niña, que por esos azares hollywoodienses estaba nominada también en estos Golden Globes (¡y ganó!).

Jodie Foster, a la izquierda, con el niño que interpreta al hijo de Alice.

Lo siento, chicos, soy una cinéfila de pro : mamé cine. Y cuando digo mamé quiero decir literalmente mamé. Pero esa es otra historia… 😉

Suntuosamente repugnantes

Temporada 4 de LA CORONA (THE CROWN)
Gambito de dama

Las dos me han parecido eso, suntuosamente repugnantes. De La Corona solo he visto dos capítulos de la cuarta temporada. De Gambito de dama, todo parece al servicio de la fotografía, con una actriz inexpresiva. Esa glamourización del alcoholismo resulta tan repugnante como el ensalzamiento de la monarquía inglesa y, por supuesto, del gobierno Thatcher. Son series de lo más deprimente.
Y no, no pago por verlas.

¡Por favor!: Sorkinismos…

Es el mejor análisis de la escritura de guion made in Aaron Sorkin. Es fácil parecer superdotado cuando repites una y otra vez tus ingeniosidades…

La brillantez del corta y pega elevado a nivel GOD! Aprende de un maestro, Lucía Etxebarria: copiarse a sí mismo y no a los demás, eso es lo que hacen los genios, tipo Sorkin y Woody Allen.

Vale decir que si esta disección se hiciera aplicado a cualquier catalanish, no se permitiría su publicación. Los catalanes, que copian de todo sin decir de dónde, como los genios de Gestmusic… dicho queda.