




En febrero de este año el puerto OneOcean Port Vell no estaba aún recuperado, pero ya se veían más yates que en los meses previos, cuando todavía había restricciones por la pandemia. Si no me equivoco, los superyates de los rusos suelen amarrar en el lado opuesto. La irreversible especialización de Barcelona en la búsqueda del turismo de lujo no tiene vuelta atrás, un aliciente para los descuideros y relojeros. Es el inconveniente de levantar hoteles de lujo y de gran lujo al final de las Ramblas, a un tiro de piedra del Raval. Los turistas han regresado en masa a las mismas zonas, y los manteros tienen también muchas ganas de regresar a estos puntos amplios y de tanto paso, donde también es fácil recoger rápidamente los bártulos y salir por piernas. Se verá.