Para aliviar con un poco de humor el ambiente negativo que se ha extendido con la pandemia, os invito a leer el artículo que publicó el jueves Jot Down. Uno de esos peculiares empleos que desempeñé, durante apenas una semana, mientras estudiaba el bachillerato, fue el de extra de cine en una película del inefable Ignacio F. Iquino, que llevaba el fastuoso título Las que empiezan a los quince años.

Esta es la única imagen que se encuentra hoy en internet de la película. La diferencia de edad de los personaje es elocuente sobre su contenido.
La época y el personaje merecerían una visita en profundidad, pero de momento valga esta breve y cómica incursión mía en el new journalism.
«Yo era una esteta beligerante y una moralista apenas disimulada.»
Susan Sontag, Cuestión de énfasis
«¿Qué hacías en 1977?»
Francisco Casavella, Elevación, elegancia, entusiasmo
«Mejor que cargar con cestos de uva francesa y dormir hasta el rayar del alba en cuadras donde se hacinaban estudiantes pobres de Filosofía y Letras y curtidas familias de sureños resudados con sus churumbeles, yo prefería trabajar de extra en una película. Si resultaba una patochada pornográfica, lo asumía con mi típica filosofía mitómana de entonces: en peores plazas toreó Jane Fonda y mírala. Para mis adentros, humillada, con rencor: “Un día contaré esto en un libro”.
La película se titulaba Las que empiezan a los quince años (y solo alguien muy tonto preguntaría “las que empiezan ¿a qué?”), y es tan absurda, torpe e ingenuamente cutre que no se entiende que no se haya convertido en película de culto ni se haya hecho un remake. A lo mejor porque la película ya era una versión cutre y sórdida de Las adolescentes, de Pedro Masó. Puede que sí, habrá que considerarla una reescritura sarcástica del cine de iniciación a la vida. Y tan cercana a la vida de sus actores que, sin pretenderlo, el realizador rodó una peculiar historia de cinéma–vérité.»
Mosaico de imágenes de películas de Iquino y un retrato de su juventud.
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